Tuiavii de Tiavea: "EL METAL REDONDO Y EL PAPEL TOSCO"

 

Escuchadme con mente abierta, mis más sensibles hermanos, y estad agradecidos de no conocer los pecados y horrores del hombre blanco. Todos vosotros sois mis testigos de que el misionero dijo: «Dios es amor». Un buen cristiano ha de mantener siempre la imagen del amor ante sus ojos. Ésta es la razón, según él, por la que el hombre sólo reza al Gran Dios. Hermanos, él nos ha mentido y nos ha estafado; él fue sobornado por los papalagi (1) para conducirnos por el mismo camino con las palabras del Gran Espíritu. Porque ellos adoran el papel tosco y el metal redondo, invocan al dinero como a un Dios.

Cuando hablas a un europeo sobre el Dios del Amor, sonríe y pone cara divertida. Sonríe por tu estupidez. Pero tan pronto como le muestres una pieza de metal redondo y brillante o una hoja de papel tosco, entonces sus ojos se iluminan y la saliva empieza a babear por sus labios. Dinero es su único amor, el dinero es su Dios. Esto es en lo que todos los blancos piensan, incluso cuando duermen. Hay algunos cuyas manos se han vuelto retorcidas y han tomado la apariencia de las patas de una termita, como resultado del continuo esfuerzo por obtener el metal y el papel. Hay algunos cuyos ojos se han vuelto ciegos de tanto contar el dinero. Existen aquellos que han dado su alegría a cambio de dinero, su risa, su honor, su alma, su felicidad; sí, incluso su esposa y niños. Casi todos ellos han dado su salud por dinero. Lo llevan consigo en sus taparrabos, doblado junto entre duras pieles. Por la noche lo ponen bajo sus envuelve-camas, de modo que nadie pueda llevárselo. Piensan en él noche y día, cada hora, cada minuto. Y todo el mundo ¡todo el mundo! ¡los niños también! Se lo llevan a casa. Sus madres se lo enseñan y lo ven de sus propios padres. Cuando caminas por las grietas (2) de Siamanis (3), oyes gritar por todas partes, ¡mark!. Y un momento después otra vez, ¡mark!. En todas partes oyes este grito. Este es el nombre local del metal redondo y del papel tosco. En Fafali (4), se le llama franc; en Peletania (5), shilling; y en Italia, lira. Mark, franc, shilling, lira, todo es lo mismo. Todo significa dinero, dinero, dinero. Dinero es el único Dios verdadero de los papalagi, al menos si consideras que Dios es lo que más amas.

Y así, en la tierra de los blancos ocurre que es imposible estar sin dinero, ni siquiera por un momento, entre el amanecer y el ocaso, ¡sin nada de dinero! No podrías satisfacer tu hambre, tu sed, serías incapaz de encontrar una estera para la noche. Te encerrarían en la más sombría pfui-pfui (6) y difamarían tu nombre en los muchos papeles (7), porque no tienes dinero. Tienes que pagar, que significa dar dinero, por el suelo en el que permaneces de pie, por el punto donde quieres construir tu cabaña, por la estera para la noche, por la luz que brilla en el interior de tu cabaña. Cuando quieres cazar al gorrión o quieres lavar tu cuerpo en el torrente, debes pagar. Cuando quieres ir a un sitio donde la gente se divierte, y donde cantan y bailan, o si quieres pedir consejo a tu hermano, debes pagar por todo. En todas partes tu hermano permanece con una mano extendida y te despreciará y maldecirá si la dejas sin llenar. Una sonrisa de excusa o una mirada amistosa no ayudan a ablandar su corazón. En lugar de eso abrirá su boca y te gritará: «¡Granuja, huesos-gandules, mendigo!», que significa todo lo mismo y está considerado como un grave insulto. Incluso para nacer tienes que pagar y, cuando mueres, tu aiga (8) debe pagar puesto que tú estás muerto, y debe pagar para obtener permiso para depositar tu cuerpo en la tierra, y por la gran piedra que ponen encima de tu tumba como recordatorio.

He podido descubrir una única cosa por la que no se pide dinero y de la que todo el mundo puede tomar tanto como quiera: el aire para respirar. Pero sospecho que eso ha escapado meramente a su atención y no dudo en decir que, si mis palabras pudieran ser oídas en Europa, inmediatamente pedirían metal y papel tosco por eso también. Porque cada europeo siempre está a la búsqueda de una razón para pedir siempre más dinero.

Estar en Europa sin dinero es como ser un hombre sin cabeza, sin miembros, un cero. Debes tener dinero. Necesitas dinero como necesitas la comida, beber y dormir. Cuanto más dinero tienes más fácil es la vida. Cuando posees dinero puedes comprar tabaco, anillos y hermosos taparrabos. Puedes comprar tanto tabaco, anillos y taparrabos como quieras, tanto como tu dinero pueda soportar. Si tienes mucho dinero, puedes comprar muchas cosas. Por consiguiente todo el mundo tiene mucho dinero. Y todo el mundo quiere más del que tiene el otro. Por esto todos van tras el dinero y los ojos de todo el mundo lo persiguen durante todo el día. Cuando tiras una pieza de metal redondo en la arena, los niños se arrojan tras él y luchan por él, y el que lo logra coger es el vencedor y está muy feliz. Sin embargo no se tiran regularmente piezas de dinero en la arena. ¿De dónde viene el dinero?, ¿Cómo puedes obtener mucho? Oh, de todas las formas, fácil y difícil. Cuando cortas el cabello a tu hermano, cuando quitas la suciedad de enfrente de su casa, cuando vas en una canoa por el agua, y cuando tienes un gran pensamiento. Sí, en este documento debe ser mencionado, que no sólo se pide el metal redondo y el papel tosco para casi todo; puedes también obtenerlo haciendo casi nada. Lo único que tienes que hacer es realizar una acción que en Europa es llamada «trabajo». «Ejecuta un trabajo y tendrás dinero», es la norma común de Europa. Existe, sin embargo, una gran injusticia que el papalagi tiende a ignorar, y que no considerarán porque significaría reconocer esta injusticia. No toda la gente que tiene mucho dinero también trabaja mucho (y naturalmente a todo el mundo le gustaría tener mucho dinero sin tener que trabajar por ello). Así es como funciona; tan pronto como un blanco tiene suficiente dinero para su comida, su cabaña y su estera, y un poco para ahorrar, por ese poco, deja a su hermano trabajar por él. Empieza dejándole hacer el trabajo que pone sus manos toscas y sucias. Le deja que limpie la suciedad que él hace. Y si es una mujer, alquila una muchacha para hacer el trabajo por ella. La chica debe limpiar las esteras sucias, los utensilios para la comida y las pieles de los pies. Debe remendar los taparrabos rasgados y no puede hacer nada que no sea agradable o útil a la señora. De este modo él o ella ganan tiempo para hacer un trabajo mayor, más importante o más agradable, por el que reciben más dinero y no tienen que ensuciarse las manos o fatigar sus músculos. Si él es un constructor de botes, ellos tienen que ayudarle a construir botes. Del dinero que él gana con el trabajo de otro hombre, dinero que con todo derecho debiera pertenecer a este hombre, aparta la mayor parte y tan pronto como puede, alquila a otro hombre para trabajar por él y más tarde a un tercero; más y más hermanos están construyendo botes para él, algunas veces hasta más de cien. Hasta que ya no hace nada más que tumbarse en su estera, beber kava (9) europea y quemar esas cañas humeantes. Él da los barcos cuando están listos y recibe el metal redondo y el papel tosco, que los otros ganaron por él. La gente dice que es rico. Todo el mundo le envidia, le adula, le habla de un modo amistoso. Porque en la tierra de los blancos un hombre no es respetado por su nobleza o su valor, sino por la cantidad de dinero que tiene; cuánto gana en un día y cuánto puede recoger en sus cajas fuertes de hierro, que son tan pesadas que ni siquiera un terremoto puede menearlas.

Hay muchos blancos que ahorran todo el dinero que los otros ganan para ellos, entonces lo llevan a un sitio donde está muy bien guardado. Siempre llevan más dinero allí, hasta que ni siquiera necesitan ya a los otros para hacer el trabajo por ellos, porque el dinero hace el trabajo por sí solo. Cómo una cosa así es posible, sin nada en absoluto de hechicería, nunca me resultó del todo claro, pero parece que el dinero llama al dinero; como las hojas creciendo en un árbol, así un hombre se va haciendo cada vez más rico, incluso cuando está dormido.

Ni aún cuando alguien tiene mucho dinero, mucho más del que la mayoría de la gente tiene, tanto que cientos o miles de trabajadores podrían reducir con él su aflicción, no cede nada de él. Cubre el metal redondo con sus manos y se sienta sobre el papel tosco; avaricia y avidez arden en sus ojos. Y cuando le preguntas qué proyecta hacer con todo ese dinero, dándose cuenta de que no puedes hacer mucho más en la tierra que vestirte y saciar tu hambre y tu sed, entonces no sabe qué decir o contesta: «Quiero ganar más dinero, siempre más y más». Entonces pronto te percatarás de que el dinero le ha vuelto enfermo, que su sentido común ha escapado ante la enfermedad del dinero.

Él está enfermo y poseído, porque su alma ha sido atrapada por el metal redondo y el papel tosco, y ya nunca parará de acumular tanto como sea posible. Nunca puede razonar: quiero dejar éste mundo sin haber hecho ninguna maldad y sin llevar lastre alguno, porque así es como el Gran Espíritu me envió al mundo, sin metal redondo o papel tosco. De este hecho sólo unos pocos se dan cuenta. La mayoría permanecen enfermos para siempre, nunca vuelven a estar sanos de corazón otra vez y sólo se complacen en el poder que las enormes cantidades de dinero les proporciona. Se hinchan con orgullo, como la fruta tropical tras un chaparrón. Con júbilo dejan a sus hermanos ejecutar la labor pesada, mientras ellos crecen gordos y echan carnes. Hacen eso sin entrar en conflicto con su conciencia. Muy orgullosos, miran sus dedos limpios, que nunca volverán a estar sucios otra vez. El conocimiento de que continuamente roban la fuerza de los otros para añadirla a la suya propia, no les preocupa o les roba el sueño por la noche. No entra en sus mentes compartir con los otros el dinero para aliviar su carga.

Por esto hay dos clases diferentes de gente en Europa: el primer tipo tiene que trabajar duro y hacer los trabajos sucios, mientras el segundo trabaja sólo un poco, o nada en absoluto. Un grupo nunca tiene tiempo para sentarse al sol, mientras que los otros no hacen nada más. El papalagi dice: «No toda la gente puede tener tanto como tienen algunos». En este refrán basa el derecho a ser cruel cuando trafica con dinero. Su corazón es como una piedra y su sangre es fría. Sí, él engaña y cuenta mentiras, y es siempre deshonesto y peligroso cuando sus manos van a conseguir dinero. Ocurre a menudo que un papalagi mata a otro, sólo por dinero. O le mata con el veneno de sus palabras, o le droga para despojarle después de todo. Usualmente es ésta la razón por la que uno no confía en el otro; todos ellos conocen la debilidad de los otros. Es también por eso que es imposible averiguar si un hombre con mucho dinero tiene también buen corazón. Es posible que sea muy malo. Nunca puedes averiguar cómo y dónde ha amasado sus riquezas.

Pero por esta misma razón, un hombre rico nunca sabe si los honores que se le hacen son por su metal redondo o por él. Normalmente es por su metal redondo. Por consiguiente tampoco entiendo por qué la gente que no posee metal redondo y papel tosco se siente avergonzada y envidia a los otros, en lugar de dejar a los otros envidiarlos a ellos. Porque no es ni honorable ni bueno llevar muchos cordeles con conchas. Tampoco es bueno ser bendecido con tanto dinero. Deja a la gente sin aliento y estorba los movimientos naturales del cuerpo. 

Pero ni un simple papalagi osa despreciar el dinero. Aquellos que no aman el dinero son ridiculizados, son valea (10). Riqueza es tener mucho dinero, es ser feliz, esto es lo que el papalagi dice. Y también dice: el país más rico es el más feliz. 

Mis hermanos de piel luminosa, todos nosotros somos pobres. Nuestra tierra es la más pobre de todas las tierras bajo el sol. No tenemos suficiente metal redondo o papel tosco para llenar ni siquiera un cofre. De acuerdo con las normas de los papalagi somos desdichados mendigos. Y todavía, cuando miro a vuestros ojos y los comparo con aquéllos de los ricos allí, encuentro los suyos cansados, mortecinos y perezosos, mientras que los vuestros brillan como la gran luz, emitiendo rayos de felicidad, fuerza, vida y salud. Sólo he visto ojos como los vuestros sólo en los niños de los papalagi, antes de que puedan hablar. Porque antes de esa época no tienen conocimiento del dinero. Qué poderosa es la gracia del Gran Espíritu, que nos protege de ese aitu (11) El dinero es un aitu, porque todo lo hace malo y a todo el mundo lo hace malo. Incluso si sólo tocas el dinero, caes bajo su hechizo, y aquél que lo ama debe servirlo y consagrarle todas sus fuerzas para el resto de su vida. Amemos nuestras formas nobles y despreciemos al hombre que pide un afola (12) a cambio de su hospitalidad o por cada fruto que te da. Respetemos nuestras normas que no permiten a uno tener mucho más que a otro, o a alguien tener mucho y el otro no tener nada en absoluto. Así no llegaremos a ser como los papalagi en nuestros corazones, y no estaremos felices y contentos cuando al lado nuestro hermano se sienta infeliz y triste.

Pero sobre todo pongámonos a salvo del dinero. Los papalagi también agitan el metal redondo y el papel tosco delante de nuestros ojos, para despertar nuestra codicia. Declaran que nos harán más ricos y felices. Muchos de entre nosotros hemos sido casi tocados y cegados por esta espantosa enfermedad. 

Pero vosotros creéis las palabras de vuestro humilde hermano y sabéis que cuento la verdad cuando digo que el dinero no hace nunca más feliz o mejor, sino que lanza el corazón a la confusión infinita, que con dinero nadie es nunca realmente ayudado, que no os hará más contentos, más fuertes, más felices; odiad el metal redondo y el papel tosco, del mismo modo que odiáis a vuestro peor enemigo.


TUIAVII DE TIAVEA

 

Glosario:

1. Papalagi: los hombres blancos. 
2. Grietas: calles. 
3. Siamanis: Alemania. 
4. Fafali: Francia. 
5. Peletania: Inglaterra. 
6. Pfui-Pfui: cárcel, prisión. 
7. Papeles: periódicos. 
8. Aiga: familia. 
9. Kava: bebida popular de Samoa, hecha de raíces de la planta de Kava-Kava. 
10. Valea: estúpido. 
11. Aitu: espíritu maligno, demonio. 
12. Afola: regalo o recompensa.


Capítulo titulado “El metal redondo y el papel tosco”, tercero de la obra “Los Papalagi”, discursos de Tuiavii de Tiavea (jefe samoano) reunidos por Erich Scheurmann (1878-1957), publicado en Alemania en 1920.

“Los Papalagi”, Tuiavii de Tiavea. Pastanaga Editors, 1977, Barcelona. Pp. 9 a 12.

Ilustraciones de Joost Swarte, para la edición en holandés publicada por Real Free Press (Amsterdam, 1975). 


Portada de la edición usada en este artículo, Barcelona 1977

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