EL COMERCIO: LA MÁXIMA EXPRESIÓN DEL CAPITALISMO

 
 Javier Montenegro
 
 
 
Los orígenes del comercio se remontan a finales del neolítico, y desde entonces hasta hoy nunca ha dejado de asolar la humanidad. “Fácil nos fuera probar que la vida primitiva era en común, vida que perturbaron el mercader y el conquistador, vida que aún perturban los mercaderes y conquistadores, a nombre de una civilización que es un robo y un asesinato continuos.” (1)

Un poco en broma, un poco en serio, podemos decir que: “El comercio es una ciencia, la del engaño” (2); y ya en serio, que “Es tal vez, la máxima expresión del capitalismo” (3), “la forma de explotación del conjunto de la población de un país, por una minoría de indivíduos sin escrúpulos” (4); estos son fragmentos de la definición de comercio en la Enciclopedia Anarquista de Sebastién Faure, redactada en este caso por Pierre Besnard, Benjamín Cano Ruíz, Héctor Subirats y Fernando Ferrer Quesada.

Lxs anarquistas coincidimos con Dejacque en que: “El comercio es lo más demoralizador que conozco, lo que más deshonra tanto a una sociedad como a un individuo. Un pueblo, una casta o un hombre entregados al mercantilismo, son un hombre, una casta o un pueblo perdidos, es la gangrena en el flanco de la humanidad. No hay que discutir entre semejantes llagas, hay que aplicarles el hierro calentado al rojo.” (5). Al respecto, los adjetivos que dirige Proudhon hacia el comerciente, no pueden ser más elocuentes: “jugador, calumniador, charlatán, venal, ladrón y falsario” (6); además de destacar su apego a la propiedad: “ El comerciante, el industrial, el capitalista, tienen sus ojos fijos en la propiedad, y todos aspiran a descansar en ella de las fatigas de la competencia y el monopolio” (7).

“La gran industria, basada en la explotación, el comercio fundado sobre el fraude, la dominación de los que se llaman gobierno, no puede coexistir con los principios morales, apoyados sobre la solidaridad para todos” (8), y por eso nos produce tanto asco el Estado, como el capitalismo o el comercio.

Pero el desprecio por el comercio no es una rareza anarquista y hasta el muy sobrevalorado Marx nos recuerda las palabras de uno de los “padres fundadores” (que mejor que se hubieran quedado en sus casas) Benjamin Franklin: “La guerra es robo, el comercio fraude” (9).

“La lista sería larga y hasta extremo nauseabunda, si hubiera que enumerar todos los trucos y trampas de los comerciantes rapaces y sinvergüenzas que, emboscados en un rincón de su establecimiento, no se contentan ya con robar a sus parroquianos, sino que, muchas veces, los envenenan por añadidura” (10). “Que se estudien las costumbres de los pequeños patronos, de los pequeños comerciantes, de los tenderos, y se encontrará casi en todos el relajamiento moral, la sórdida concupiscencia, la desconfianza, el egoísmo más brutal, y todo esto se concibe por ser esclavos de su situación. Reducidos por sus poderosos competidores a una lucha imposible, no tienen más que una finalidad: despojar a los que caen en sus manos y explotar sin piedad a los desdichados. Faltos de todo sentimiento por el odio a la competencia extranjera, reclaman con pasión el exterminio de los pueblos” (11). Y es que el comercio, se mire por donde se mire, es una actividad sentada en la codicia y el abuso. Por más que se empeñen en convencernos de lo contrario, tal como no puede existir un capitalismo justo, tampoco un comercio justo, que si acaso podrá considerarse menos injusto con el productor o la productora, aunque luego sea el consumidor o consumidora quien lo pague con creces.

El comerciante y la comerciante, son seres antisociales que han hecho profesión del ánimo de lucro, que especulan con el valor de los bienes sin atender a consideraciones morales; individuos cuyo arquetipo en el imaginario colectivo se ajusta exactamente a la realidad: un ser abyecto encorvado contando monedas.

El sistema siempre gana, y la rapiña capitalista ha multiplicado las etapas por las que ha de pasar un producto antes de llegar al consumidor o consumidora, y cuantas más mejor, una cadena en la que un ejército de parásitxs que acaba en lxs comerciantes, se enriquecen aprovechándose del esfuerzo de lxs productorxs y las necesidades de lxs consumidorxs. Y si repugnante es el comercio, más aún lo es la publicidad, la verbalización del engaño, el instrumento del que se vale el comercio para “sacar el dinero de los bolsillos”, seduciendo con mentiras, creando necesidades inútiles y transmitiendo la ideología dominante. Una lacra que cada vez se apodera de más espacios, invadiendo la privacidad, con técnicas así mismo cada vez más agresivas.

Sea comercio de armas o de flores, legal o ilegal, se trate de un pequeño comercio o unos grandes almacenes, el comercio no produce riqueza, sólo acapara y dificulta la distribución de los recursos, y es un veneno que atraviesa y moldea toda la sociedad.

Sobra decir que el hambre y las guerras que hay en el mundo, son consecuencia directa del comercio. 

“En resumen se trata de los grandes señores de las finanzas, de la industria y del comercio, quienes son los únicos que se benefician de la guerra” (12)

Eliminando el comercio por engañoso y abusivo; la producción, almacenamiento y distribución, sin alterarse en lo más mínimo, entrarían en un proceso de racionalización, al servicio de las necesidades de la sociedad, una sociedad de economía realmente sostenible, y respetuosa con el medio ambiente.

La lucha es larga y no ha hecho más que empezar, pero si no podemos librarnos del capitalista, del comerciante y del banquero, no habremos avanzado nada, porque ellxs dirigen los hilos del Estado, y son reponsables de las miserias que asolan el planeta. “Multiplicad los ejemplos, elegidlos donde os parezca, meditad sobre el origen de todas las fortunas grandes o pequeñas, procedan del comercio, de la banca, de la industria o del suelo. En todas comprobaréis que la riqueza de unos está formada por la miseria de otros” (13)






(1) “Los municipios libres”, Federico Urales. Biblioteca de la Revista Blanca, 1.933, Barcelona, pág.12

(2) “Enciclopedia Anarquista- Tomo I”, de Sébastien Faure. Ediciones Tierra y Libertad, 1.972, México, pág.505

(3) Ibídem

(4) Ibídem

(5) “El Humanisferio”, Joseph Déjacque. Editorial “La Protesta”, 1.927, Buenos Aires, pág.139

(6) “Filosofía de la miseria”, Pierre Joseph Proudhon. Biblioteca Virtual Antorcha, Pág.205

(7) Ibídem, pág.323

(8) “Palabras de un rebelde”, Piotr Kropotkin. Edhasa, 2.001, Barcelona, pág.47

(9) “El capital- Tomo I”, Karl Marx. Siglo Veintiuno Editores, 28ª edición, 2.008, Madrid, pág.200

(10) “El sabotaje”, Émile Pouget. Précipité Editorial/ Solidaridad Obrera, 2.001, Madrid, pág.63

(11) “Filosofía del anarquismo”, Charles Malato. F. Sempere y C.ª Editores, ca.1.900-1.914, Valencia, pág.63

(12) “El ABC del comunismo libertario”, Alexander Berkman. Ediciones Júcar, 1.981, Barcelona, pág.55

(13) “La conquista del pan”, Piotr Kropotkin. Ediciones Júcar, 1.977, Madrid, pág.38

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