Socializar el arte no es un sueño irrealizable, es una necesidad



por Javier Montenegro


Desde su aparición en el s.XIX, lxs anarquistas se impusieron el deber de acercar la cultura al pueblo, la socialización del arte y la necesidad de una educación universal. Criticaron el arte convertido en monopolio y arma de la clase dominante, y al mercado artístico, que transforma la obra de arte en simple mercancia, objeto de la voracidad de lxs especuladorxs. Su lucha fue también, contra “esos críticos de mentalidad política cuyo concepto del arte se limita al realismo, el superficial ideal de la burguesía del siglo XIX” (1).

La imprenta con tipos móviles la inventó el chino Bi Sheng en el s.XI, y sea por Johannes Guttemberg, por Panfilo Castaldi o por Laurens Coster, empezó a usarse en Europa en el s.XV. En el s.XIX se produjo un gran desarrollo de las artes gráficas. La aplicación de la máquina de vapor de Watt a la imprenta, los avances técnicos de los sistemas de reproducción del color, y las mejoras introducidas en la fabricación del papel, abarataron los gastos de producción y las tiradas aumentaron, así como el número de imprentas y publicaciones.

La litografía la inventó Alois Senefelder en 1.789, y llegó a España en 1.819, al taller madrileño del grabador y litógrafo José María Cardano; y al tratarse de una técnica muy sencilla, enseguida se hizo popular. La cromolitografía (reproducción litográfica en colores) fue patentada en 1.837 por Godofredo Engelmann, la linotipia fue inventada en 1.885 por Ottmar Mergenthaler; la serigrafía, invento chino milenario, se empezó a usar en Europa a principios del s.XX; y a partir de 1.890, el fotograbado empezó a sustituir a la litografía.

“Esas nuevas técnicas impresoras permitieron la reproducción entre los ácratas de ciertos dibujos de artistas conocidos. Un favorito fue Graner, el pintor de las costumbres obreras. También se reproducían obras de Opisso y del escultor Blay. De los artistas extranjeros, obras de Monet, Camille y Lucien Pissarro, Maximilien Luce, Rodin, Meunier…, tomadas de “L´Assiette au Beurre”, “Le Revolté” y “Les Temps Nouveaux”. Eran populares los dibujos de Steinlen, los del anarquista Grandjouan, colaboradores de “Les Temps Noveaux” y “Le Libertaire”, y algunos otros colaboradores de “L´ Assiette au Beurre”: Vallotton, Kupka, Van Dongen, Willette, Ibels y Caran D´Ache. También había reproducciones de “L´Assino” de Roma y “Simplicissimus” de Munich” (2).

“Se vendían también a través de los periódicos retratos, a menudo ornamentados con detalles complementarios. “Bandera Social” (13 de agosto de 1.886) anuncia la venta del retrato de Miguel Bakunin, en papel marquilla, adornado con bonita orla, en cuya cinta superior se leían las palabras Anarquía, Federación y Colectivismo, y al pie la fecha del fallecimiento del revolucionario ruso. Tenía unas dimensiones de 10 x 25 y se vendía a 15 céntimos. “Bandera Roja” (29 de junio de 1.888) anunciaba otro retrato de Bakunin, a propósito para colocarlo en un cuadro, a 10 céntimos” (3).

La crítica anarquista a las convenciones burguesas y sus instituciones, acabaría por seducir a muchxs artistas, y por ejemplo, el pintor y dibujante checo, Frantisek Kupka, pintor orfista -una de las corrientes del cubismo- y pionero de la abstracción, colaboró en medios anarquistas como ilustrador, y entre otras obras ilustró, “El Hombre y la Tierra” de Élisée Reclus, publicado en 1.905, y “La Gran Revolución” de Piotr Kropotkin, en 1.915, esta junto al pintor y dibujante suizo Jules Fontanez, ambas publicadas por la Casa Editorial de Publicaciones de la Escuela Moderna.
 
Dificultar el acceso a la cultura es condición necesaria para el envilecimiento social que nos rodea. 

Hasta poco antes de la revolución francesa, exceptuando en las iglesias, teníamos muy pocas ocasiones de ver obras de arte, salvo en los grandes mercados, donde se podía comprar de todo, y en las ferias organizadas con motivo de fiestas patronales, por ejemplo en Roma en el s.XVII durante las fiestas de san Lucas (patrono de pintores, médicos, solteros, carniceros, encuadernadores, cerveceros y notarios), pero en ambos casos generalmente no se trataba de un comercio especializado, sino más bien, las más de las veces, piezas del deformado gusto “popular” fabricadas en serie para la venta "masiva". En el s.XV-XVI en Flandes, había talleres donde se producían obras religiosas en serie para la devoción privada que luego se exportaban por los mercados de toda Europa, y que por ejemplo en Castilla se vendían en el gran mercado de Medina del Campo.

En 1.648 el rey Luis XIV fundó la “Académie royale de peinture et de sculpture”, a imitación de la Academia de san Lucas patrocinada por los papas en Roma desde finales del s.XVI; para regular la práctica artística profesional e impartir clases de pintura y escultura. La Academia cuando lo estimaba oportuno organizaba fiestas exponiendo obras en sus salones para un `público selecto. En 1.673 empezó la costumbre de hacerlo cada 25 de agosto (festividad de san Luis rey de Francia). En 1.725 la Academia usó por primera vez el salón Carré del Louvre para su exposición, y a partir de 1.737 se decidió exponer regularmente todos los años impares en el salón Carré, de tres a seis semanas, y rompiendo barreras sociales y por primera vez en Europa, abriendo el salón a todo el público. 

La respuesta del pueblo de París a las exposiciones fue muy satisfactoria, los artistas expuestos a la mirada pública eran sometidos a toda clase de críticas; a cada salón acompañaban panegíricos y la edición clandestina de libelos atacando a unos o a otros; y hasta se organizaban claqués (grupos de individuos pagados para aplaudir) en apoyo a tal o cual artista e influir en la opinión pública, "El éxito de una nueva obra dependía hasta tal punto de la reacción del parterre que autores tan prestigiosos como Voltaire estimaron necesario organizar claqués que crearan la impresión de ruidosas respuestas favorables a sus obras -favoritas-. El mismo Diderot llegó a dirigir estas claqués en favor de sus amigos" (4). Lxs más críticxs pronto denunciaron las decisiones de la Academia a la que consideraban opresiva y el marco de confabulación entre artistas y críticos para subir el precio de las obras. Pero el éxito de asistencia a los salones de la Academia, animado por la voluntad ilustrada del llamado Siglo de las Luces, empujó a la gestación de espacios públicos expositivos. 

Los primeros Museos en abrir al público fueron a finales del s.XVII en Basilea y Oxford; y ya en el s.XVIII, los Museos Capitolinos y el Patio de las Estatuas en Roma, el Museo Británico de Londres, la Galería de los Uffizi en Florencia, y el Museo del Louvre (1.793) en París. 

El s.XIX, será el siglo de las revoluciones y también el siglo de los museos. Abrirán museos por toda Europa. Las colecciones serán una forma de exhibir la pujanza y el prestigio de los Estados, y estos aprovecharan sus imperios coloniales para saquear y robar obras de arte a manos llenas, como si no hubiera un mañana. Napoleón saqueará Egipto, Heinrich Schliemann en 1879 trasladará a Berlín el tesoro de Priamo (hoy en el Museo Pushkin de Moscú) y el conde de Elgin se llevará al Museo Británico gran parte de la decoración del Partenón, frisos y esculturas. El poeta romanticista Lord Byron, muy sensible a la causa griega (en 1824 fue a Grecia para luchar por la independencia del país), inventará el término elginismo para referirse al saqueo de monumentos artísticos y denunciarlo; pero el saqueo continuará por todo el mundo y especialmente ingleses, alemanes y franceses competirán en el robo y despojo de obras de arte en sus imperios coloniales y fuera de ellos. En el s.XX al expolio se sumarán los Estados Unidos, y así es como se formaron las grandes colecciones de los museos europeos y americanos. 
 
Durante dos siglos, China fue uno de los países más perjudicados por la destrucción y robo de patrimonio cultural, hasta 1.949 y la proclamación de la República Popular China. Así por ejemplo, el saqueo y destrucción del Yuan Ming Yuan, el llamado Versalles chino, el Antiguo Palacio Imperial de Verano, que desató protestas en Europa, por ejemplo Victor Hugo “fue de las primeras personalidades europeas en criticar los hechos, en su Expédition de Chine describió el saqueo como: Un día, dos ladrones entrando en el Palacio de Verano. Uno lo ha saqueado, el otro incendiado. Uno de los bandidos se ha llenado los bolsillos, mientras veía al otro llenar sus maletas; y llegaron a Europa, cogidos del brazo y riendo. Ante la historia uno de los ladrones se llamará Francia y el otro Gran Bretaña.​ En su carta, Victor Hugo esperaba que algún día Francia se sintiera culpable y devolviera lo que había robado en China” (5). Todo le iba bien a la codicia criminal de las potencias coloniales: esculturas, pinturas, sedas, lacas, jades, porcelanas, bibliotecas enteras, etc, y lo que no se llevaban, lo destruían; “China continental está denunciando contínuamente el atropello que han sufrido los anaqueles de los archivos de las bibliotecas de Nanking, Pekin, Sian, Cantón y todas las grandes urbes por donde han pasado los bárbaros occidentales saqueando tesoros fabulosos que se hallan en la actualidad, en Taipei, en Inglaterra, en París y en los Estados Unidos, tal las Admoniciones de las Institutrices en el Palacio de las Damas, del gran artista Ku Kai Chi (344-406), que se hallan en el British Museum de Londres, colocadas por la Enciclopedia Británica en la cima de las artes plásticas, tales también, los miles de fragmentos de manuscritos, en papel, tablitas o seda, salvados del incendio de la biblioteca de los Han en el año 23, que se hallan en los Estados Unidos sin que hayan sido divulgados y, ni siquiera estudiados. A medida que se profundiza más en los escritos históricos y literarios de la antigua China vamos descubriendo la asombrosa estructura de aquella sociedad que con tanta seguridad pautaba una marcha siempre ascendente de su pueblo y su cultura. Desde el año 310 aparecen gacetas que se suceden de manera que podemos conocer la vida del Chunk Kuo. Estas gacetas comprenden todas las actividades del pueblo y de los gobernantes y tratan desde la fundación de una ciudad hasta el plumaje de un pájaro determinado, pasando por las modas, las clases de té, de bambúes, de polvos para la cara, la época de las frutas, la distribución de los artículos racionados, etc. En la actualidad se conocen cerca de 7.000 gacetas de esta índole y, ratificando lo dicho anteriormente, una de las mejores colecciones se halla en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos”(6). “Cuando las tropas internacionales entraron en Pekín, el saqueo, la destrucción y el incendio acabaron con todo. Las colecciones y los museos occidentales se aprovecharon de ello, pero solamente una pequeñísima parte pudo ser salvada de la destrucción total”(7).

Algún día habrá que empezar a pensar en la devolución a sus lugares de origen de los tesoros que exhiben los países que fueron grandes potencias coloniales, producto de atracos perfectamente documentados, mal que le duela al Museo Británico y a muchos otros. 

La realidad es que hasta la segunda mitad del s.XX y aún hoy, con algunas excepciones, los museos siempre han estado reservados para el ocio de la clase alta. 

Lxs anarquistas no podemos ser más críticxs con estos mausoleos de lujo para obras de arte, administrados como si fueran empresas de ferrocarriles con grandes hangares y taquillas a la entrada; cementerios donde languidecen las grandes creaciones de la humanidad ocultas a los ojos del gran público, reservadas sólo para el disfrute de eruditxs, o escondidas en sótanos. “¡Pobres estatuas griegas que vivían en las acrópolis de sus ciudades, y que se ahogan hoy bajo los paños rojos del Louvre!” (8). Bakunin lo tenía muy claro cuando durante la llamada Primavera de los Pueblos que recorrió toda Europa, en la Insurrección de Dresde en mayo de 1849, “había aconsejado para impedir a los prusianos tirar sobre las barricadas, colocar en ellas las obras maestras de la galería de los cuadros” (9), los cuadros de la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos de Dresde, que era una de las pinacotecas más importantes de Europa, una colección hecha por los Electores de Sajonia, con magníficas obras de todos los grandes maestros de todas las escuelas europeas. 

Aquellos museos, solaz para la complacencia burguesa, sólo servían para fomentar el elitismo cultural, siendo una bofetada “ilustrada” de desprecio hacia el pueblo. ¡ Socialicen el arte ! era y es el clamor de lxs anarquistas, aunque hoy en la España del s.XXI, siga siendo una utopía. 

Durante la 1ª GM, simultáneamente un grupo de artistas en Zurich: Tristan Tzara, Hugo Ball (10), Hans Arp, etc; y en New York: Marcel Duchamp (11), Man Ray, Francis Picabia, etc; revolucionan el arte con una nueva propuesta, que podemos definir “como una bomba lanzada por un terrorista bajo un tren en marcha” (12). Ellxs serán lxs que mejor sepan interpretar las ideas anarquistas con respecto al arte, y su posición hacia los museos será de desprecio absoluto, igual que hacia todo lo que hasta entonces se contemplaba como arte, los materiales y las técnicas tradicionales; el nacionalismo,  la patria, la religión, las convenciones burguesas, etc. “Los dadaístas adoptaron el eslogan de Bakunin: ¡La destrucción también es creación¡. Estaban decididos a chocar con la burguesía, a la cual hacían responsable de la guerra.” (13) 

Y es que en medio del horror y la repugnancia que les causaba la guerra, la preocupación por los impolutos museos de la burguesía era una frivolidad, lo mismo que pensó Bakunin en Dresde cuando lo que estaba en juego era el futuro de la revolución. Dadá no sobrevivió a la 1ª GM, lxs artistas cambiaron pero desde entonces, para bien, el arte nunca ha vuelto a ser el mismo, y la influencia dadaísta  se proyecta con buenísima salud hasta el día de hoy en: la pintura automática, el arte concreto, el expresionismo abstracto, la abstracción postpictórica, el pop art y todas sus corrientes (aunque hoy de aquello apenas quede de interés el “realismo cínico” chino y poco más), los neodadaístas, el arte conceptual, el arte povera, los happenings, las instalaciones, etc. 

Afortunadamente la mayoría de los museos del s.XXI no son como eran antes de la segunda mitad del s.XX, en primer lugar al menos en apariencia, muchos han abierto sus puertas al gran público, ya no son armarios guardapolvo, y con más o menos acierto organizan actividades abiertas al público en general; reciben visitas de escolares y universitarixs; albergan exposiciones temporales; realizan trabajos de conservación y restauración más respetuosos con las obras y el público, que en otros tiempos; etc. Algunos son una obra de arte en sí mismos, como el Museo Guggenheim de Bilbao, y otros dan lástima; “la tremenda decoración polícroma de las salas –recordemos la bombonera de Goya-, que transforma al Museo en un papagayo multicolor y en un burdel de lujo” (14), así se refería el pintor Antonio Saura sobre el Museo del Prado en 1.987, y desde entonces salvo por las goteras y la lamentable iluminación, la cosa no ha cambiado sustancialmente. 

El arte debe servir a todxs, no sólo a una pequeña élite privilegiada, y es por eso que la entrada gratuita a los museos debería ser una reivindicación innegociable de la izquierda. No puede ser que el Estado especule con la cultura como si se tratara de patatas; dejándola en manos de mercaderes, capaces de vender el aire que respiramos; y embaucadorxs profesionales, expertxs en comunicación pero incapaces de distinguir entre una patata y una obra de arte. Museos públicos y privados han de estar al servicio de todxs, y al contrario de lo que sucede hoy, animar a las personas a visitarlos una y otra vez, sin impedimentos económicos, como se hace en las bibliotecas. 

Las atrasadas y reaccionarias políticas de gestión cultural que venimos sufriendo en España desde siempre con pequeñas interrupciones, reinstauran el privilegio en menoscabo de la sociedad, porque obviamente nadie salvo un político o una política muy idiotizada puede creer, que el volumen del importe de las entradas o las ventas de la tienda de “souvenirs”, sean una gran fuente de recursos y un factor de capitalización serio para un museo; en realidad el pago de las entradas es sólo una forma de discriminación para disuadir a lxs que menos tienen y alejarlxs del mundo del arte como generalmente sucedía antes del s.XX, una estrategia muy consciente de poner barreras para intimidar, que favorece el elitismo en el mundo del arte y su distanciamiento de la sociedad. Y abusando de esta penosa situación, y que el Banco de España, el organismo supervisor del sistema bancario, ni está ni se le espera; aprovechan los bancos (propietarios de las colecciones de arte más importantes de España), y las grandes empresas y sus fundaciones semipúblicas y privadas (la forma de evadir impuestos y canalizar dinero negro), lxs que por otra parte disponen de más medios; para encima reclamar subvenciones, y llamar “obra social” (sin ánimo de lucro) a cualquier cosa, aunque sólo beneficie a sus clientxs o asociadxs.

Ya es hora de que la cultura vuelva a interesar a la izquierda, después de décadas de abandono en manos de la derecha, y se pongan manos a la obra para cambiar las cosas. Estamos tan abducidxs por la economía de libre mercado, que muchxs son incapaces de pensar que pueda existir otra cosa, pero socializar el arte es una necesidad urgente si realmente creemos en el progreso y deseamos la prosperidad general. 




 
(1) “Arte y alienación”, Herbert Read. Ahimsa Editorial, 2.000, Valencia, pág. 12

(2) “Musa Libertaria. Arte, literatura y vida cultural del anarquismo español (1.880-1.913)”, Lily Litvak. Fundación Anselmo Lorenzo, 2.001, Madrid, pág. 345

(3) Ibídem, pág. 348

(4) "Pintura y sociedad en el París del s.XVIII", Thomas E. Crow. Editorial Nerea, 1.989, Madrid, pág. 28
 
(5) https://es.wikipedia.org/wiki/Antiguo_Palacio_de_Verano

(6) “Escarceos sobre China”, Víctor García. Editores Mexicanos Unidos, 1.962, México DF, pág. 74 

(7) “Summa Artis,vol.XX”, Jean Roger Rivière. Espasa Calpe, 7ª edición, 1.993, Madrid, pág.75 

(8) “La conquista del pan”, Piotr Kropotkin. Ediciones Júcar, 1.977, Madrid, pág. 82 

(9) “Biografía de Miguel Bakunin”, James Guillaume. Ediciones Halcón/ Colección 9 x 18, 1.968, Madrid, pág. 19 

(10) Hugo Ball (1.886-1.927), poeta alemán, uno de los fundadores del dadaísmo, y en aquella época muy afín al anarquismo y traductor de algunas de las obras de Bakunin al alemán. 

(11) Marcel Duchamp (1.887-1.968), pintor y escultor dadaísta inventor de los ready-mades, considerado por muchos historiadores del arte como el más grande artista del s. XX, y que consecuente con sus ideas decidió dejar el arte y dedicarse al ajedrez. 

(12) “El arte contra la estética”, Antoni Tapies. Editorial Planeta-De Agostini, 1.986, Barcelona, pág. 99 

(13) “La escultura moderna”, Herbert Read. Ediciones Destino, 2ª edición, 1.998, Barcelona, pág. 143 

(14) “El arte visto por los artistas”, vv.aa.- Antonio Saura para el texto. Taurus Ediciones, 1.987, Madrid, pág. 163


"El Salón de 1785", grabado de Pietro Antonio Martini (1738-1797)

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