LA INDUSTRIA DEL ENTRETENIMIENTO Y EL DEPORTE


por Javier Montenegro


Uno de los muchos males que genera el sistema capitalista, basado en los principios de productividad y competencia, donde el éxito se identifica con la acumulación de bienes y la lucha por obtenerlos en una “selva” (la ley del más fuerte) es que dificulta la comunicación interpersonal y fomenta la agresividad. Incomunicación y agresividad reprimida, que el Estado y la industria explota con productos fetiche que ensalzan la violencia, fomentan la rivalidad y estimulan el afán de dominio sobre lxs demás, contribuyendo a perpetuar el sistema de dominación en que vivimos.
La industria del entretenimiento y el deporte, son dos de los vehículos principales de esta salvaje manipulación ideológica.

La industria del entretenimiento, en sus variadas formas de consumo para las masas, con sofisticadas formas de seducción, usando la psicología y la biometría del comportamiento como caballo de Troya, ataca las conciencias de lxs más desprotegidxs, aquellxs sin recursos intelectuales para defenderse, manipulándolxs para integrarlxs al sistema de producción y consumo capitalista. Se atrae a la víctima y luego se le machaca la cabeza con mil patrañas, lavándole el cerebro.

En lo que concierne a cine y televisión, cómics y videojuegos, sumariamente: La guerra como espectáculo, advertencia a navegantes, que a la vez familiariza con la hipertrofia de la industria militar; el género de espada y brujería, que recrea idealizado y fomenta el discurso clasista, nazi y fascista; la amenaza zombie o extraterrestre en todas sus presentaciones, que fomenta la xenofobia y el racismo; lxs científicxs locxs y la rebelión de las máquinas, que promueve la desconfianza y el rechazo al progreso; el revisionismo histórico, reblandeciendo los cerebros con teorías conspiranoicas y delirios negacionistas, una de las enfermedades más extendida de la posmodernidad, coladero de mil mentiras; las superheroínas y los superhéroes, sublimación del superhombre nietzschiano idiotizadx, que podría solucionar el hambre del mundo pero se conforma con ayudar a la policía; la violencia gratuita, llegando al paroxismo con el “gore”, en un intento por hacerla trivial y naturalizarla, que justifique más policía, la monitorización de las calles y el recorte de libertades a cambio de “seguridad”; el sexismo, como adiestramiento social para aceptar los patrones de conducta o modelos de referencia establecidos por el poder, la mercantilización del sexo y su utilización subliminal para dirigir el consumo, porque hay que vender coches (1), hacerse tatoos y piercing (2), pasar por el cirujano plástico para aceptarse, vestir a la última moda y usar productos de cosmética (3); el marqueting directo y la publicidad hasta en la sopa, sea agresiva propaganda política o propaganda de Jabón del Congo (4), y decir que la famosa definición de David Ogilvy, “la publicidad es el arte de sacar el dinero de los bolsillos”, reduce mucho su enorme campo de acción, mucho peor que el mangoneo a nuestros bolsillos, es el de nuestras conciencias, manipulando nuestras emociones e idiotizándonos. 

Sobre el deporte empezaré por decir que es una lacra social, y que así como el juego es necesario para el desarrollo de la vida y la sociedad, el deporte no lo es en absoluto. El deporte, la lacra del siglo XX, floreciente negocio que crece en el siglo XXI, está íntimamente relacionado con el repugnante engendro llamado “Doctrina Social de la Iglesia”, nacida de la encíclica “Rerum Novarum” en 1891, y en base a esta y a la asquerosa “doctrina del cristianismo muscular” del pastor anglicano Thomas Arnold (1795-1842), el divulgador y propagandista francés barón Pierre de Coubertin, un reaccionario de lo peor, empezó a finales del siglo XIX el gran negocio del deporte que conocemos hoy. El objetivo no era otro, que la superación de la lucha de clases, todxs juntxs unidxs por el deporte, pero a la vez divididxs (divide y vencerás) en equipos, clubs, federaciones, disciplinas, categorías, sexos, ámbitos locales, provinciales, nacionales, internacionales, etc (fronteras, fronteras y más fronteras). Y estimular los peores instintos de las personas: la competitividad, la exaltación irracional del afán de triunfo a cualquier precio, la vanidad del éxito, el escarnio y la sanción al perdedor o perdedora, y la camaradería sólo como pretexto con el objetivo de machacar al equipo contrario. A la par un adiestramiento para el uso de uniformes, la sumisión a las normas, la participación en concentraciones interclasistas, la aceptación de carnets, himnos y banderas. También el deporte crea héroes con los pies de barro fácilmente manipulables para estímulo y consumo de las masas idiotizadas, que tengan modelos idealizados a los que imitar y promover el alienante culto a la personalidad. Ni que decir tiene que todo lo que nos cuentan sobre la salud y las bondades terapéuticas del deporte, es pura literatura, una cosa es el siempre saludable ejercicio físico, y otra muy distinta el deporte, los entrenamientos profesionales, el llamado rendimiento deportivo y las lesiones crónicas. Lxs ricxs siempre hacían que sus criadxs participaran en sus fiestas como signo de sumisión y si para ello antes usaban la fuerza del látigo, ahora usan la persuasión, la publicidad y el marqueting, y no dudan en gastar sumas desorbitadas de dinero para engatusar a las masas y conducirlas como ovejas hacia donde ellxs quieren. En resumen, el deporte es el paradigma de una sociedad INFANTIL, que justifique la tutela del Estado y resignada a tener ganadorxs y perdedorxs, lo contrario que preconiza el anarquismo, una sociedad responsable basada en el apoyo mutuo y la solidaridad, “a cada cual según sus necesidades, de cada cual según su capacidad”, sin élites de triunfadorxs ni fracasadxs sociales, y una moral sin premios ni castigos: “sin obligación ni sanción” (5).




(1) Metáfora de libertad que en realidad significa todo lo contrario; permisos, seguros, mantenimiento y revisiones, recambios, averías, estacionamiento, gasolina, etc., y fuente de contaminación ambiental.

(2) Aceptación del etiquetaje y la pérdida de anonimato, a la par que futuro nicho de mercado para la industria médico farmacéutica.

(3) Favoreciendo un modelo de producción masiva, cruel con lxs trabajadorxs y la naturaleza, y un consumo desenfrenado.

(4) “Sabon du Congo”, producto cosmético muy publicitado a finales del siglo XIX en todo el mundo.

(5) Del título “Esbozo de una moral sin obligación ni sanción” , obra del filósofo y poeta anarquista, Jean-Marie Guyau, escrita en 1884.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

CRITERIOS DE MODERACIÓN

En este espacio los lectores pueden dar su opinión sobre los contenidos de la página o cuanta temática le resulte relacionada con los mismos.

La opinión de la web se expresa sólo en sus artículos. Los usuarios de este espacio exponen, por tanto, posturas personales. Los comentarios son plena responsabilidad de sus autores y la página es ajena a los mismos.

Nos reservamos el derecho a modificar los comentarios que incluyan nombres reales y a eliminar los comentarios que se condideren spam o ignoren estos criterios.

Se pueden discutir los criterios y alegar lo que se desee a través del correo companotrabajes@gmail.com.

Si alguna persona se sientiese fundadamente aludida en los comentarios y por ello ofendida, le rogamos se ponga en contacto para remediarlo.