William Godwin: "SIN IGUALDAD NO PUEDE HABER JUSTICIA"


Rudolf Rocker, de su libro “Anarquismo, teoría y práctica”

 

Godwin reconoce de una manera diáfana que la causa de los males sociales radica, no en la forma que adopte el Estado, sino en la misma existencia de éste. Y así como el Estado es una caricatura de sociedad genuina, así también hace de los seres que se hallan bajo su influencia caricaturas de sí mismos, obligándoles a reprimir sus inclinaciones naturales y obligándoles a cosas que repugnan a sus íntimos impulsos. Sólo de esta manera se pueden moldear seres humanos según el tipo establecido de los buenos súbditos. El hombre normal que no estuviera mediatizado en su desarrollo natural, recrearía según su personalidad el ambiente que le rodea, de acuerdo con sus íntimos sentimientos de paz y libertad.

Pero al mismo tiempo Godwin reconoce que los seres humanos no pueden convivir de manera libre y natural si no se producen las condiciones económicas adecuadas y si no se evita que el individuo sea explotado por otro, consideración ésta que los representantes de casi todos los radicalismos políticos fueron incapaces de hacerse. De ahí que se vieran forzados a hacer cada vez mayores concesiones al Estado que habían querido reducir a la mínima expresión. La idea de Godwin de una sociedad sin Estado suponía la propiedad social de toda la riqueza natural y social y el desenvolvimiento de la vida económica por la libre cooperación de los productores: en este sentido puede decirse que fue el fundador del anarquismo comunista que cobró realidad más tarde.

La obra de Godwin ejerció vigorosa influencia en los círculos más avanzados del proletariado británico y entre lo más selecto de la intelectualidad liberal. Y lo que es más importante, contribuyó a impulsar el joven movimiento socialista inglés, que halló sus más valiosos exponentes en Robert Owen, John Gray y William Thompson, ese inequívoco carácter libertario que le caracterizó durante mucho tiempo y que nunca llegó a tener en Alemania ni en otros muchos países.

 


 

 “William Godwin (su vida y su obra)”, Benjamín Cano Ruiz:

 

Godwin nació el 3 de marzo de 1756 en Wisbech, en la región pantanosa de Cambridgeshire, siendo el séptimo de los hijos del sacerdote disidente de aquella comunidad, calvinista fervoroso.

William fue un muchacho precoz, piadoso -como era lógico en un niño educado bajo la influencia de la obra “Relato de las piadosas muertes de muchos niños piadosos”-, y con sus tempranos sermones sobre el juicio final conmovía a sus compañeros hasta hacerles llorar. A los diecisiete años, siguiendo la tradición familiar, se hallaba estudiando en el Colegio Teológico de Hoxton.

Ya en esos años mozos a Godwin se le aparecía su religión como un despotismo sobrenatural basado en el terror y en la coacción. Y ese credo dogmático se fue desmoronando durante sus poco afortunadas experiencias de cinco años como sacerdote disidente en Beaconsfield, Hertforshire y Suffolk. Por esa época publicó un volumen de sermones, hoy olvidado.

Su larga carrera literaria propiamente dicha comienza en 1783, cuando contaba 27 años. Escribió entonces un folleto en defensa de la coalición, que llamó la atención de los jefes del partido Whig. También escribió una “Vida de Lord Chatham” y colaboró durante siete años en el Annual Register, amén de escribir tres novelas de escaso éxito.

Por esa época, estableciendo sólidas bases a su laboriosidad, su sobriedad y metódica asiduidad en el estudio, se levantaba temprano y dedicaba un rato, antes del desayuno, a la lectura de los clásicos griegos y latinos. Gracias a esta costumbre fue adquiriendo un conocimiento de los clásicos que utilizó después en sus ensayos con una maestría y destreza que envidiarían muchos eruditos famosos.

Un breve diario, meticulosamente llevado, con un sistema raro de signos y abreviaturas, escrito en una mezcolanza de inglés, francés e italiano -también dominaba estos dos últimos idiomas- nos informa sobre el ansioso empleo de su tiempo, muy poco desperdiciado hasta el final de sus ochenta años. Su infatigable y meticulosa actividad fue uno de los rasgos más característicos de su larga existencia.

Lector apasionado, pensador y reflexivo por naturaleza, de los 27 a los 30 años comenzó a trabar conocimiento con los escritos de los grandes filósofos inspiradores de la Revolución Francesa, sobre todo con Rousseau, Helvecio y el barón d´Holbach, con los que se abrieron a su pensamiento ideales hasta entonces desconocidos y mucho más lógicos para su propio sentir que las ortodoxias de la religión. 

Aún desde su más temprana juventud dio muestras de una independencia de criterio y de conducta llevadas hasta cualquier extremo. A raíz de la aparición de su primer escrito público, el folleto a que aludimos en favor de la coalición de los liberales, un representante del partido Whig le visitó para ofrecerle un sueldo muy tentador para convertirse en escritor al servicio del partido, y aunque sus ideas de entonces no estaban en absoluto en contra de los Whig, no quiso hipotecar su independencia, y continuó su vida de estrecheces y apuros, aumentados por la adopción de un pariente lejano, llamado Thomas Cooper, hijo de un primo segundo que había muerto. Cooper estuvo con Godwin desde los doce hasta los diez y siete años. Por aquella época Godwin ya era un fervoroso lector de Rousseau, y aunque no compartía por entero las ideas que el ginebrino expone en “El contrato social”, las nuevas corrientes educativas apuntadas en “Emilio” le hicieron detener su pensamiento en el problema de la educación, y se forjó su propio ideal de la enseñanza. Sin duda que la convivencia con el joven pariente le sirvió de ensayo para sus doctrinas pedagógicas. Lo que no debió ser muy feliz, pues sus biógrafos dicen que Cooper era un joven orgulloso, alegre y dificilísimo de manejar. De cualquier forma, en este aspecto también Godwin fue un precursor de la concepción anarquista de la enseñanza. “La idea primordial de Godwin -dice H.N. Brailsford- era el gran respeto con que a su juicio, se debía tratar a los jóvenes. Los progresos que puedan hacer los chicos en conocimientos escolásticos no le preocupaban gran cosa. Su afán era despertar la curiosidad intelectual de éstos y fomentar su independencia y el sentido de la dignidad. Entre el maestro y el discípulo ha de reinar la mayor sinceridad y confianza. Los castigos corporales, ni que decir tiene, eran una barbaridad inaceptable.”

Según su diario, Godwin dio comienzo a su “Investigación acerca de la justicia política” en julio de 1791. Afortunadamente tuvo la suerte de firmar un contrato con el editor Robinson que le proporcionó un millar de guineas. Alguien ha clasificado esta obra entre las contestaciones a E. Burke, pero no cabe duda que más que una simple contestación, “Investigación acerca de la justicia política” es todo un tratado filosófico y social, con ambiciones mucho más amplias que las de una simple polémica. En esta obra trabajó Godwin ininterrumpidamente un año y medio, pues no estuvo terminada hasta enero de 1793.

La aparición de este estudio tuvo la virtud de hacer instantáneamente famoso a su autor. De inmediato, la sociedad noble y burguesa se sintió desconcertada por la audacia del ataque, que fue el más fuerte, original y atrevido que había recibido hasta la fecha. Godwin atacaba en su libro todos los dogmas establecidos y todas las venerables instituciones de la civilización contemporánea, desde el Estado hasta el matrimonio. Y la sociedad se quedó perpleja.

Jamás hasta entonces se había hecho una vivisección tan acertada, tan real y tan profunda de la sociedad estatuida. Y las soluciones ofrecidas a los grandes males sociales no tenían el carácter utópico de las propuestas anteriores. “La utopía” de Tomás Moro, “La abadía de Thelema” de Rabelais, “La ciudad del sol” de Campanella, fueron obras escritas como sueños casi irrealizables, pero “Investigación acerca de la justicia política” fue un análisis filosófico y sociológico real, actual e irrebatible, y sus soluciones representaban el fin de lo más sagrado, de lo imprescindible, de lo fundamental en la vida social de las agrupaciones humanas: el Estado. Ya antes se habían apuntado algunas de las nefastas consecuencias de la institución estatal como base reguladora de las relaciones de los humanos entre sí. Y hasta se había señalado la necesidad de eliminar hasta donde fuera posible su ingerencia en todas las manifestaciones de la vida, pero nadie como Godwin, en los tiempos modernos, había planteado tan clara y valientemente la nocividad del Estado, ni propuesto de una manera coordinada la posibilidad concreta de organizar la vida social sin necesidad de esa institución definitivamente negativa y contraria a los más elementales intereses humanos.

La obra despertó a su vez, asombro y entusiasmo en las mentes más avanzadas de la época. Muchos pensadores se sintieron interpretados cabalmente por las nuevas teorías. Parecía como si se hubiera encontrado la esperada solución a los más graves problemas planteados en unos tiempos de verdadera transición, cuando se abría el horizonte ilimitado que había descubierto la Revolución Francesa. Después de aquella gloriosa hecatombe todo era posible, y las sociedades humanas -las naciones, como se usaba en el lenguaje de entonces- ya habían emprendido el camino de las mayores perfecciones organizativas. La obra de Godwin era casi la perfección definitiva. Sus teorías compendiaban el único objetivo real que habrían de tener todas las revoluciones futuras.

No ha habido otro libro en la literatura social de Inglaterra que produjera un impacto tan amplio y profundo como el que causó “Investigación acerca de la justicia política”.

El mismo gobierno inglés, reaccionario en alto grado, no supo qué actitud adoptar ante la obra y su autor. Al ser tratado el asunto en una reunión del Consejo Privado, Pitt, el jefe de gobierno, dijo que el libro era inofensivo, pues su precio era excesivo para que llegara a las manos de las únicas gentes en quienes podía despertar sentimientos peligrosos. Mary Godwin, la hija de William, que después fue la mujer de Shelley, escribió muchos años después: “He oído decir frecuentemente a mi padre que Investigación Acerca de la Justicia Política escapó a la persecución porque apareció en una edición demasiado costosa para la adquisición general. Pitt observó, cuando se discutió la cuestión en el Consejo Privado, que un libro de tres guineas no podía causar mucho daño entre aquellos que no podían ahorrar tres chelines.”

Godwin se convirtió entonces en oráculo de un círculo cada vez más numeroso de amigos, y cuando viajaba por el campo se sentía ingenuamente complacido al ver que hasta en las aldeas más remotas era conocido su nombre. En todas partes se le recibía como a un sabio. 

Cuando Godwin apenas había escrito los primeros capítulos de “Investigación acerca de la justicia política”, en el invierno de 1781, encontró por vez primera en los círculos revolucionarios a Mary Wollstonecraft, la única mujer de genio verdadero que había en el aquel ambiente. En este primer encuentro Godwin no prestó excesiva atención a Mary, aunque ella ya se sintió profundamente impresionada por el genio de él. Mary Wollstonecraft había nacido en 1759, de un padre desobligado y borracho, teniendo que trabajar desde muy joven con energía para mantenerse y sostener a sus hermanas. En 1792 publicó “Vindicación de los derechos de la mujer”, considerado como la biblia del feminismo. El libro de Mary es un alegato a favor de la dignidad humana de las mujeres, y por su derecho igual que el hombre a la instrucción sin ninguna clase de restricciones. A fines de 1792, con el afán de perfeccionarse en el idioma francés y vivir de cerca la Revolución, se marchó a Francia, donde conoció a un norteamericano llamado Imlay, de quién tuvo una hija a la que llamaron Fanny. Bien pronto el norteamericano hizo méritos suficientes para que Mary se sintiera tan desesperada que de vuelta a Londres con su hijita, intentara suicidarse en el Támesis. Lograron salvarla, y los amigos consiguieron que se fuese rehaciendo y se reincorporara a sus trabajos literarios y a su círculo de pensadores de avanzada. Escribe en esa época un encantador volumen de descripciones de viajes titulado “Cartas de Norway”, que Godwin lee encantado. Se encuentran de nuevo y se enamoran mutuamente. Mary había recobrado su genio y vivacidad y era estimada en su círculo, no sólo por eso sino por su belleza, encanto, audacia, independencia y exquisitez de sentimientos. En un pequeño libro que Godwin escribió a su muerte nos dejó un delicado bosquejo de su mutuo amor: “ La predilección que sentíamos el uno por el otro era de aquel género que yo siempre he considerado como el más puro y refinado estilo de amor. Nuestro afecto se desarrolló en la misma proporción en el alma de cada uno. Hubiera sido imposible para el observador más minucioso haber indicado cuál de los dos se anticipó y cuál le siguió. Ni el uno se aprovechó de la prioridad que la costumbre, largo tiempo establecida, había adjudicado a su género, ni el otro se excedía en esa delicadeza que tan severamente se ha impuesto al suyo. Me parece que ninguna de las dos partes pudo creer que fue el agente o el paciente, el que tendía la red o el que se dejaba apresar. Cuando con el curso de los acontecimientos llegó el momento de la revelación, en cierto modo ninguna de las dos partes tenía nada nuevo que descubrir a la otra… No hubo ese periodo de agonías y violentas explicaciones que se esperan en los relatos de ese género. Fue la nuestra una amistad que se fundió llegando a convertirse en amor.”

La vida amorosa de estos dos seres extraordinarios, al principio, fue una hermosa práctica del amor libre tal y como Godwin lo había propuesto en su obra. Pero el anuncio de la llegada de un hijo les indujo a contraer matrimonio legal en marzo de 1797. En agosto de aquel mismo año nació Mary, que después fue la mujer de Shelley. Diez días después del nacimiento de Mary murió su madre, a pesar de los esfuerzos por salvarla realizados por el cariño de su marido y la devoción de algunos médicos amigos.

Este fue uno de los peores años en la vida de Godwin. A la muerte de su mujer se vino a sumar una explosión de ataques dirigidos por la reacción. El mismo Godwin lo relata: “Después de no haber oído durante cuatro años apenas otra cosa que encomios y alabanzas, me vi finalmente atacado por todos lados, y en un estilo tal que excluía toda moderación y decencia… El clamor se extendió como una infección general, y he sabido que ni siquiera una de esas noveluchas para internados de señoritas puede hoy día aspirar ha tener éxito a menos que contenga algunas expresiones de censura o de odio a la nueva filosofía.”

Por esa fecha apareció la obra de Malthus, que era una refutación a las teorías fundamentales de Godwin sobre la bondad inherente a la propia naturaleza del hombre y la posibilidad de una era de felicidad, con los cambios requeridos y fundamentales que debían ocurrir necesariamente en la sociedad. Malthus estaba obsesionado por la pesadilla de una superpoblación gradual que llevaría a la humanidad a términos catastróficos, desconociendo esa benevolencia universal que tan característica fue en la obra de Godwin. Y los enemigos de las ideas de Godwin se apoyaron ferozmente en las teorías de Malthus para atacarlo con nuevos argumentos. Este, sin embargo, con una honradez de la que muy raramente se hace gala, reconoció públicamente algunos errores de detalle en la exposición de sus doctrinas, pero conservó siempre su dignidad y lo fundamental de su pensamiento, que continuó vivo en las sucesivas ediciones de su obra.

A pesar de su alto precio, la primera edición de “Investigación acerca de la justicia política” alcanzó la alta cifra de cuatro mil ejemplares, elevadísima para la época, lo que demuestra el vivo interés que despertó en la clase media liberal e intelectual. Pronto hubo necesidad de una nueva edición, que apareció en 1797, con algunas reformas y supresiones que le restaron un tanto su verdadero valor, aunque los principios y fundamentos de las ideas expuestas originalmente quedaron intactos. 

En 1794, cuando estaba en pleno apogeo de su fama, apareció “Caleb Williams”, una novela que se ha venido reeditando con frecuencia y que es, sin duda, la única gran obra de narrativa escrita en inglés que debe su existencia a la feliz unión del movimiento revolucionario con el romántico. Según Brailsford, esta obra tuvo en su época el mismo significado que para posteriores generaciones habían de tener “Los miserables” de Víctor Hugo, y “Resurrección” de Tolstoi. La obra, según dice en el propio prefacio, es “un examen general de las costumbres del ignorado despotismo doméstico por el que el hombre se convierte en destructor del hombre”. Expone en forma de historia personal, llena de acontecimientos, inmersos en la biografía de un individuo, lo fundamental de la crítica contra la sociedad que había inspirado “Investigación acerca de la justicia política”.

La historia se desarrolla alrededor de Caleb Williams, un inteligente muchacho de humilde ascendencia y excelentes dotes, que fracasa al principio de su carrera en el tremendo choque entre dos formidables caracteres que representan cada uno a su manera, la corrupción de la aristocracia. Mr. Tyrrel es un brutal hacendado inglés, espadachín, soez, vulgar y tiránico, al que su nacimiento y su riqueza le otorgan el poder de maltratar a sus subordinados. Mr. Falkland personifica el espíritu caballeresco, con sus mejores y peores cualidades. Toda su natural humanidad y su barniz de buena educación se tornan al final en crueldad por la influencia de su culto al honor y su afán de reputación que hacen de él un “esclavo de la fama”. A medida que se va desarrollando la interesante historia nos damos cuenta de que todas las instituciones de la sociedad están perfectamente ajustadas para permitir a los poderosos el mayor campo de acción posible para el desarrollo de sus injusticias. Las vívidas escenas que se desarrollan en una prisión nos hacen comprender las razonadas críticas de Godwin hacia los sistemas penales de la sociedad capitalista y aristocrática de su época. Las toscas virtudes de un cuadrilla de bandidos son superiores a la corrupción de todos los representantes de la ley, por lo que es menos inmoral rebelarse contra todo un criminal sistema de acción que convertirse en instrumento de él.

El propósito , muy bien logrado, de “Caleb Williams”, es presentar una acusación contra la sociedad. Esta obra es una magnífica historia y un libro lleno de vida y humanidad que comunica, con rara energía y serena emoción, la repugnancia que siente un gran pensador por la opresión del feudalismo y la insensibilidad del Derecho Penal.

“Caleb Williams” fue, tal vez, la primera gran novela social escrita después de la Revolución Francesa. En ella Godwin se eleva literariamente a la gran altura que alcanzó en “Investigación acerca de la justicia política” como pensador, filósofo y sociólogo.



“William Godwin (su vida y su obra)”, Benjamín Cano Ruiz. Editorial Ideas, 1977, Naucalpan de Juárez (México). De la página 35 a la 44.

Ilustraciones: grabados de Clifford Harper, del libro "Anarquía una guía gráfica" escrito e ilustrado por el autor.



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