OTTO GROSS: VIOLENCIA PATERNA


Estimado Sr. Harden, le ruego que permita la publicación de un caso que, a mi entender, ilustra una peligrosa tendencia general.

El ocho de septiembre, el escultor muniqués Hermann Lang ingresó a su hija Elisabeth, de 19 años, en el Hospital Psiquiátrico de Tubingen. Desde hace más de un año he tenido a Elisabeth Lang varias veces en tratamiento neurológico, por tanto sé la importancia que tiene su familia en su estado y su evolución. No se trata en absoluto de una enferma mental que tenga que estar recluida en un hospital psiquiátrico; mas ahora existe el peligro de una alteración psíquica especialmente grave, causada por el choque de privación de libertad.

El motivo que me obliga a dirigirme a la opinión pública es mi certeza de que el origen y la importancia de casos de este tipo sólo se podrán comprender y controlar aplicando el novedoso método analítico elaborado por el profesor Sigmund Freud que, por otra parte, la mayoría de mis colegas siguen desconociendo. Los métodos tradicionales de reconocimiento psiquiátrico no pueden demostrar la decisiva relación entre los distintos estados psicológicos de Elisabeth Lang y la opresión constante a la que estaba sometida por su familia siendo menor de edad, de forma tan desprotegida que ahora no se puede responder a su resistencia con el ingreso en un manicomio.

Cabe señalar aquí que el método de Freud consiste en hacer conscientes factores psíquicos relegados al inconsciente y recuperar de esta manera la armonía perturbada de la psique humana. El método de Freud permite el desbloqueo de asociaciones que se pueden atribuir a experiencias afectivas sufridas básicamente en la infancia, es decir, que se pueden atribuir especialmente al tipo de momentos afectivos que tienen carácter de conflictos psíquicos. Los elementos de los conflictos reprimidos y, por tanto, perturbadores pierden su efecto enfermante cuando el paciente toma conciencia de ellos; a partir de ahí, él mismo puede ponerlos en sintonía con su personalidad y con las motivaciones que la integran. La toma de conciencia de los motivos del conflicto depara la posibilidad de una autocorrección. El verdadero origen de los conflictos enfermantes reprimidos es la contradicción que se produce en la infancia entre las tendencias innatas de desarrollo individual y las tendencias moduladoras externas, instituidas por la educación.

Sólo la exploración del inconsciente mediante la técnica de Freud permite dar una idea sobre la psicología de los conflictos de la infancia y la ingente importancia patológica de las sugestiones educativas como causa de una neurosis depresiva. Son precisamente los individuos mentalmente más fuertes y más resistentes contra la influencia sugestiva en los que la lucha interiorizada de lo propio contra lo ajeno lleva a una desintegración más intensa que se manifiesta en alteraciones especialmente fuertes de la armonía y del equilibro interior. Precisamente, para este tipo de individuos la terapia psicoanalítica ofrece la única posibilidad de curación. Porque cualquier imposición por parte de un carácter y una voluntad ajenos actúa sobre el conflicto patógeno en el mismo sentido que antes lo ha hecho la educación: donde el conflicto patógeno haya podido mantenerse a lo largo de la infancia ya no podrá ser eliminado por ninguna fuerza externa. Mantendrá una oposición inexpugnable frente a todas las sugestiones que, en estos casos, o no surten efecto o intensifican hasta niveles peligrosos las tensiones patógenas interiores. Frente a ello el procedimiento inductivo del "psicoanálisis", el poner al descubierto de forma meramente empírica el material psíquico detectado en el inconsciente del individuo, lleva a integrar una personalidad armónica que se comprende cabalmente en una continuidad psíquica, y comporta su liberación de los motivos ajenos causantes de los conflictos. Sin embargo, este hecho implica la anulación de los resultados de la educación en aras de la autorregulación individual. La consolidación de los valores individuales significa la curación. Quiero añadir que para mí el propio criterio de "salud" es algo relativo que sólo puede determinarse para cada individuo concreto, de acuerdo con su idiosincrasia individual preformada.

Son especialmente los individuos de una singularidad indestructible, que desde la tierna infancia se muestran inaccesibles a las sugestiones externas y cuyo ser íntimo nunca se deja modificar por una influencia externa, los que pueden desarrollar un tipo determinado de neurosis. Toda la evolución psíquica de estas naturalezas tiene una determinación típica; puesto que la educación nunca llega a suprimir su individualidad y a suplantarla por elementos ajenos, todas las motivaciones introducidas desde el exterior se hallan en un contraste permanente con las propias, de modo que nunca pierden el carácter de cuerpos psíquicos ajenos, por eso actúan como causantes de conflictos. Y puesto que cualquier nueva influencia de la educación aumenta estos conflictos, es decir, aumenta el desgarramiento interior, se produce inevitablemente un estado permanente de rechazo que se expresa de forma diferente en función de las tendencias individuales, pero que en se manifiesta en una radical resistencia afectiva del niño contra sus padres. Entonces, el conflicto exterior viene a potenciar el interior: de esta manera el desarrollo del niño se realiza en un círculo vicioso dentro del cual se producen inevitablemente una serie de escisiones interiores de graves consecuencias.

Elisabeth Lang es una personalidad extraordinariamente dotada de una idiosincrasia muy marcada. Su infancia estaba determinada por un contraste especialmente grave entre el ambiente paterno y su tendencia individual, en el que el empecinamiento rígido de sus padres venía a ocasionar conflictos especialmente profundos. Estos conflictos son los únicos causantes de su alteración nerviosa y cualquier futura incidencia del entorno paterno minará su salud.

Elisabeth Lang me visitó a mediados del año pasado con síntomas de una grave neurosis conflictiva. Después de un análisis provisional, su estado mejoró hasta tal punto que se podía prospectar un aumento progresivo de su autocuración siempre y cuando no incidieran influencias negativas del entorno. Tuvimos que interrumpir el análisis porque Elisabeth Lang abandonó a su familia y tuvo que salir de Munich. Los meses siguientes, los primeros en que vivía sola, parecen haber respondido a las expectativas, a pesar de ciertas dificultades materiales. Al final del año pasado, la familia mandó arrestar a Elisabeth Lang para llevarla de nuevo al seno familiar. La vi el día después de su llegada y pude constatar su buen estado de salud. Al mismo tiempo conocí a su familia. Durante varios días intenté en vano conseguir un mínimo de comprensión de las condiciones especiales y los peligros que comportaba un caso como el suyo. A continuación, los padres llevaron a Elisabeth a un colega muniqués y le prohibieron seguir el tratamiento conmigo. Puesto que su estado volvió a empeorar enseguida, al estar en el viejo ambiente familiar, Elisabeth acudía de vez en cuando a mí sin que sus padres lo supieran. También en esa ocasión tuvimos que interrumpir el tratamiento al cabo de cierto tiempo porque sus padres la llevaron lejos de Munich. En verano me escribió desde un sanatorio suizo y me volvía a brindar la oportunidad de compartir una horas con ella para concluir, al menos, lo más perentorio de su análisis. Después de nuestro último encuentro, me hizo llegar una nota diciendo que nos habían visto juntos. Al cabo de unos días, su padre vino a buscarla al sanatorio y la ingresó en el hospital psiquiátrico de Tubingen. Desde el principio, Elisabeth Lang había puesto toda su confianza en la terapia psicoanalítica. Con todas las medidas coactivas disponibles le fue impedido acudir al médico que la había ayudado y en quien confiaba. Fue forzada a interrumpir varias veces la continuidad del tratamiento y a exponerse a los efectos nocivos de unos análisis inconclusos; yo me vi obligado a ayudarla en secreto para que no sufriera dicho daño. En la fase más delicada de las transformaciones psíquicas provocadas por el análisis fue sometida al gravísimo choque de la privación continuada de libertad y a la reclusión en una clínica psiquiátrica, a pesar de que -y no obstante todas estas medidas adversas- su estado psíquico había mejorado clara y constantemente desde el inicio del tratamiento psicoanalítico. Resulta que el motivo de este inconcebible abuso de la patria potestad (que conozco perfectamente por mis largas conversaciones con la madre), no es otro que la falta absoluta de comprensión de la existencia y las necesidades de desarrollo de la idiosincrasia individual.

La importancia que representa este caso, y por tanto su especial interés para la colectividad, radica en la demostración de las inconcebibles posibilidades que la sociedad otorga a la patria potestad frente a los menores de edad.


Dr. Otto Gross

Docente de Psicopatología de la Universidad de Graz

(1908)



"Más allá del diván", Otto Gross. Alikornio ediciones, 2003, Barcelona, pp. 19-29




HERBERT READ (1.893-1.968)


“Freud ha demostrado la importante función que desempeña el jefe (lider) en la psicología del grupo. -Las características misteriosas y coercitivas de las formaciones de grupo, que se manifestan en fenómenos sugestivos tienen su origen en la orda primitiva. El jefe de grupo es aún el temido padre primitivo, el grupo desea aún ser gobernado por una fuerza irrestringida: posee una extremada pasión por la autoridad. Padece, según la frase de Le Bon, sed de obediencia-. En cuanto al lider mismo, -fué, en los comienzos de la historia de la humanidad, el Superhombre que Nietzsche esperaba en el futuro. Incluso hoy, los miembros de un grupo tienen la necesidad de la ilusión de que son igualmente y justamente amados por su lider; pero el lider no necesita amar a nadie, es de la naturaleza de los amos, absolutamente narcisista, independiente y con plena confianza en sí mismo- (1)”

“Yo definiría el anarquista como al hombre que con plena consciencia se atreve a resistir la autoridad del padre; que no admite ya el hecho de ser gobernado por la ciega e inconsciente identificación del jefe con el padre y por los instintos inhibidos que hacen posible tal identificación”

“Sabemos que la masa del pueblo está psicológicamente dispuesta a aceptar a un jefe o dictador. Somos todos niños dispuestos a dejar nuestros destinos en las manos de un padre y descubrimos demasiado tarde que este padre es tiránico. Y si nos rebelamos ¿ha de ser solamente con el propósito de colocar otro padre en el lugar del depuesto? ¿No es tiempo acaso de que nos sintamos adultos, de que tengamos individualmente conciencia de nuestra condición de adultos y que afirmemos nuestra mutua independencia?”

“El obsesivo temor al padre, que constituye la base psicológica de la tiranía, es al mismo tiempo una debilidad de la cual el tirano saca ventaja. Todos conocemos el espectáculo del matón impulsado a excesos de sadismo por la propia docilidad de la víctima. El tirano o dictador actúa exactamente del mismo modo. Es psicológicamente inadmisible que proceda de manera distinta. La única alternativa al principio de jefatura es el principio de cooperación y ayuda mutua; no ya el tipo de relación de padre a hijo, que ha persistido desde los tiempos primitivos, sino la relación de hermano a hermano; en términos políticos, la libre asociación de productores, trabajando para el bien común. Esta es la doctrina esencial del anarquismo”




(1) S. Freud, “Group Psychology and the Analysis of the Ego” (1.921)



“Arte, poesía y anarquismo”, Herbert Read. Editorial Reconstruir, 1.955, Buenos Aires, pp. 45 y 47 ( “Poetry & Anarchism” publicado en 1.938)



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