Brutalidad policial y cárceles, dos caras de la misma moneda



por Javier Montenegro


La justa reacción de repulsa después del asesinato de George Floyd, contra la brutalidad policial y el racismo estructural, en este caso institucional, es un clamor y denuncia una vez más, la conducta antisocial de las fuerzas de policía.

Desde el anarquismo aplaudimos con simpatía la marea iconoclasta que derriba los símbolos del colonialismo y la esclavitud; por ser una provocación permanente, homenaje al racismo y muchos otros males que aún padece la sociedad. El ataque en el Reino Unido a estatuas de reconocidos esclavistas como Robert Milligan o Edward Colston, se suma a los que se han producido en los Estados Unidos contra personajes como Diego Ponce de León, Fray Junípero Serra o Cristóbal Colón (1), y son música para nuestros oídos. Cuando con motivo de la Exposición Universal de Barcelona en 1.888 se erigió el hoy famoso monumento a Colón, ya tomaron la precaución de ponerlo a 57 metros de altura, de otra forma, teniendo el puerto al lado, habría tardado muy poco en hacer compañía a los peces.

La brutalidad policial desde el neolítico nunca ha dejado de ser actualidad, más o menos se tardó un mes en pasar de proteger el granero o el ganado, a maltratar y abusar del prójimo. Y en el proceso del paso del guerrero al héroe, y del héroe al dios, la brutalidad policial, que podemos definir como la fuerza organizada para garantizar la impunidad de una minoría por medio de la violencia, disfrazada de “bien colectivo”; siempre fue condición primera.

Sabido es que “la transición al neolítico pudo ser la expresión intensificada de la marcha hacia las desigualdades sociales: la gestión de los productos alimenticios procedentes de la recolección o de la pesca habrían creado formas de competencia entre cazadores-recolectores. Se supone que el estadio , situado en los inicios de la producción, ocasionó, en determinadas personas, una acumulación de responsabilidades. Esto implicaría formas de autoridad en aquellos que gestionaban el funcionamiento de la producción económica y la regulación de las tensiones entre unidades familiares y entre los individuos pendencieros de las primeras comunidades agrícolas” (2), sustituyamos “responsabilidades” por codicia, e “individuos pendencieros” por competidorxs, y tendremos el marco perfecto del nacimiento de la primera fuerza de policía sobre el planeta.

En 1896 decía Kropotkin, “El Estado, aceptado por los pueblos con la condición de ser el defensor de los débiles contra los fuertes, se ha convertido hoy en fortaleza de los ricos contra los explotados, del propietario contra los proletarios” (3), y cien años después seguimos en las mismas, en los Estados Unidos y en todas partes, para defender a lxs ricxs, los Estados organizan sus fuerzas de policía. 

El militar junto al policía, embrutecidos sus sentidos por la falta de empatía, con su sola existencia dan un mal ejemplo a la sociedad. Un mensaje negativo que remite a la pretérita ley del más fuerte, y dice muy poco como especie, obviamente lo de “sapiens” del homo sapiens, sigue siendo una aspiración.

Las cárceles, instrumentos de tortura, creados como extensión de policías y militares, son una prolongación de la misma enfermedad moral, la falta de empatía, que se sirve del castigo y la degradación humana para imponerse, haciendo de la fuerza bruta autoridad.

La reconfortante para las conciencias función rehabilitadora de las cárceles, es una mentira insultante, no hay ningún ánimo de rehabilitar a nadie, apartar de la sociedad sí, maltratar y destruir a las personas, también, pero rehabilitar no, simplemente donde había un problema, se crean más. Además de ser escuelas para pequeñxs delincuentes (lxs grandes suelen estudiar en las universidades de derecho, economía y ciencias políticas), que pasan de aficionadxs a profesionales, y así seguir justificando la demanda de más policía, y alimentando el sistema.

“El día en que ninguna pena fuese infligida a los asesinos, el número de asesinatos no aumentaría en un solo caso; y es muy probable que disminuyeran, por el contrario, esos casos que son debidos hoy día a los que reinciden por el embrutecimiento adquirido en las prisiones.” (4)

Psicólogxs, médicxs, juristas, sociólogxs, historiadorxs, politólogxs, criminólogxs, todxs saben bien cual es la función de las cárceles y todxs callan, es mejor mirar para otro lado o mentir, como en tantos otros asuntos importantes, y seguir beneficiándose del sistema. Unxs por cobardía, otrxs por complicidad, todxs callan o repiten el insostenible discurso negacionista, el cuento de la rehabilitación; mientras las personas agonizan y mueren en las cárceles.

Como Kropotkin, “Nosotros esperamos que en la próxima revolución estallará este grito: Quémemos las guillotinas, demolamos las prisiones, echemos de entre nosotros al juez, al policía, al delator; tratemos como hermanos a los que, llevados de sus pasiones, han hecho daño a sus semejantes; sobretodo neguemos, por medios persuasivos, a los grandes criminales, a esos productos innobles de la sociedad burguesa, la posibilidad de desarrollar sus vicios, y estemos seguros de que habrá muy pocos crímenes que señalar en la sociedad. Lo que mantiene el crimen -además de la ociosidad-, es la ley y la autoridad: la ley sobre el gobierno, la ley sobre las penas y delitos, y la autoridad que se encarga de hacer esas leyes y de aplicarlas. ¡No más leyes! ¡No más jueces! La libertad, la Igualdad y la práctica de la Solidaridad son la única y segura eficacia que podemos oponer a los instintos antisociales de algunos hombres.” (5)

Desgraciadamente en España el racismo, el chantaje y la tortura, en el s.XXI, siguen formado parte de los manuales del “buen policía”, y hasta que eso no cambie, hay poco que hacer.

A finales del s.XIX, las torturas y asesinatos de la cárcel de Montjuich en Barcelona, la hicieron tristemente famosa en todo el mundo; y del psicópata Martínez Anido, sus policías y pistoleros del Sindicato Libre, que aterrorizó Barcelona especialmente entre 1.920 y 1.922 con sus crímenes, y su ley de fugas, que se siguió usando durante el franquismo; al criminal Felipe González en la década de los 80 del siglo pasado, con la cal viva y sus Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL); en España siempre hemos sufrido el terrorismo de Estado, con una policía, primitiva y atrasada, salvaje con el débil y obsecuente con el poderoso, poco homologable con el resto de Europa, caracterizada por su brutalidad y su bajísima formación intelectual, lo que dificulta aún más su interacción con el medio. 

Los crímenes que desde hace mucho venimos viendo en Estados Unidos contra la población no blanca, con matices, son los mismos que vemos en España y sufren los grupos en exclusión social, amparados aquí en el silencio de lxs políticxs y los medios de comunicación de masas, para los que la discriminación y la violencia policial no son noticia. Miles de policías aporofóbicxs, xenófobxs, racistas, machistas y homofóbicxs, que parece como si formara parte de su recorrido formativo curricular el serlo, se la pasan día y noche creando problemas por las calles, así que conocemos bien de primera mano lo que está pasando allá, sólo falta que aquí se desate la misma fuerza de protesta y regeneración moral, que sería lo más deseable, porque el racismo es una lacra social, tanto como la policía y las cárceles, y es responsabilidad de todxs eliminarlas de la sociedad.

Hace aproximadamente unos 40.000 años que sólo existe una raza humana, la llamada homo sapiens, con todas sus variedades derivadas de la influencia del medio físico, y es que el planeta es muy grande, aunque algunxs sean incapaces de ver más allá de su nariz. Contra el racismo o cualquier forma de segregación racial, directa o solapada; lxs anarquistas proponemos el mestizaje y la libre circulación de ideas y personas; el apoyo mutuo y la solidaridad. Basta de encubrimiento criminal, debemos exigir la liberación de todxs lxs presxs, porque todxs las presxs son presxs políticxs. Sobran jueces, policías y carcelerxs, y falta ética, racionalidad y responsabilidad social.




(1) Cuyo único "oficio" conocido, aparte de embaucador (asesino, suplantador de identidad, feminicida, ladrón, charlatán, estafador, difamador, etc), fue el de traficante de esclavxs entre Guinea y la isla de Porto Santo (archipiélago de Madeira).

(2) “El camino de la guerra. La violencia en la prehistoria”, Jean Guilaine y Jean Zammit. Editorial Ariel, 2.002, Barcelona, pág. 96

(3) “Palabras de un rebelde”, Piotr Kropotkin. Edhasa, 2.001, Barcelona, pág. 42

(4) Ibídem, pág. 243

(5) Ibídem, pág. 245


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