Marihuana

El origen de la planta de la marihuana se pierde en la prehistoria, pero se cree muy probable que sea oriunda de Asia Central. Los restos arqueológicos más antiguos que tenemos datan de hace ocho mil quinientos años y demuestran que ya se utilizaba el cáñamo por entonces en China para la fabricación de ropas y cuerdas.

Hoy se considera que existen tres variedades distintas de la planta del cáñamo. Según el doctor Michael Aldrich, estos tres tipos pueden distinguirse en el mundo antiguo partiendo de datos arqueológicos y lingüísticos. Las referencias chinas aluden a la variedad científicamente conocida como cannabis sativa, que identificó en 1.753 Linneo, padre de la clasificación botánica moderna. Esta es la variedad que está extendida por todo el continente americano. Los europeos que viajaron al “nuevo mundo” dejaron testimonio de que en el siglo XVI la planta estaba ya ampliamente extendida por todo el territorio americano. Esta variedad se distingue por el hecho de que suele alcanzar gran altura, a veces hasta cinco e incluso siete metros. Una segunda variedad de cáñamo es la llamada cannabis indica, clasificada por Lamarck en 1783. Esta variedad parece que apareció primeramente en la India. Es una planta más baja, leñosa y carnosa, y, en consecuencia, mucho menos útil para fibra. Por otra parte, esta planta contiene gran cantidad de resina de cannabis. La referencia más antigua a esta variedad aparece en el Atharva-Veda del segundo milenio antes de Cristo, en el que se considera ya al cáñamo una de las cinco plantas sagradas de la India. Hay por último, una tercera variedad de cáñamo, la cannabis ruderalis, que clasificó en 1924 Janischewsky, y que crece principalmente en el sur de Siberia. La referencia más antigua que tenemos de ella procede del incansable viajero griego Herodoto, el que es considerado primer historiador occidental. En un pasaje famoso, escrito hacia el año 450 a.n.e.  describe los ritos funerarios que celebraban los escitas (pueblo nómada que vivía por las estepas de Turquestán por Siberia) cuando moría su rey. Herodoto nos dice que después del entierro, los escitas se purificaban construyendo una especie de tingladillos como tiendas de campaña que cubrían de alfombras, y que allí entraban a aspirar los humos de semillas de cáñamo que arrojaban sobre piedras al rojo. “Las semillas arden sin llama y lanzan grandes nubes de humo, mucho mayores que las de los baños griegos de vapor” comenta Herodoto, “y en estos baños aúllan los escitas de placer”.

De las tres variedades de planta de cáñamo, la que primero se extendió de forma general por el mundo fue la sativa, por tener fuertes fibras. El libro de farmacia más antiguo que se conoce, publicado en China, y atribuido al emperador chino Chen-Nung, recomienda el uso del cáñamo para todo, desde el reumatismo al estreñimiento y a la distracción simple. Durante el Imperio Romano, Galeno, que escribió en el siglo II, comentaba que esta yerba circulaba a menudo en los banquetes, porque provocaba risas y alegría. Se encontró hachís, al parecer aún activo, en una vasija herméticamente cerrada, de un navio de guerra cartaginés que debió ser hundido durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.n.e.) frente a las costas de Sicilia. También se desenterró una urna que contenía hojas y semillas de la planta cerca de Berlín, que data de hacía el 500 a.n.e. Y aunque hay pocos datos de esa época, se cree que penetró en Inglaterra, Escocia e Irlanda. Restos arqueológicos muestran que se dio en Old Buckenhan Mare, Inglaterra, hacía el 400 a.n.e. Paracelso, a quien muchos consideran padre de la alquimia, tuvo su primer contacto con la yerba estando en Basilea, Suiza, ciudad natal de Albert Hofmann. Fue allí también donde el botánico Leonhardt Fuchs hizo un dibujo clásico y encantador de la planta en 1.542. Por esa época se conocían perfectamente los efectos embriagantes de la resina. François Rabelais, a principios del siglo XVI, dedicó tres capítulos de su Tercer Libro de Pantagruel a las cualidades botánicas y psicoactivas de la yerba.

La variedad Indica de la planta se propagó gradualmente de la India a los países limítrofes, llegando a Occidente a través de Egipto y Persia. En este caso, el genio de la resina fue muy apreciado, como ha dicho George Andrews, “Las mil y una noches” está saturado de aroma del hachís. Se dice también que fueron los mercaderes árabes los primeros que llevaron la droga de la India a la costa africana de Mozambique hacia el siglo XIII. De allí se extendió su uso hacia el interior entre bosquimanos y hotentotes y prácticamente entre todas las tribus africanas. Los europeos empiezan a interesarse por la variedad Indica del cáñamo a principios del siglo XIX, como consecuencia de la colonización inglesa de la India y de la conquista de Egipto por las tropas napoleónicas. En la década de 1.840, esta nueva conciencia de los efectos del cáñamo empezó a influir en las ideas occidentales, sobre todo tras la aparición de monografías como las de Aubert-Roche, O´Shaughnessy y Moreau, que habían viajado a la India y a Egipto, y vieron grandes posibilidades de utilizar la droga en la medicina occidental. Fue W.B. O´Shaughenessy quien introdujo en 1.839 la cannabis indica en la farmacopea occidental. Había trabajado con la Compañía Inglesa de la India y había sido allí cirujano y profesor de química de la Universidad de Calcuta. A los treinta años publicó un artículo de cuarenta páginas, que tuvo gran influencia, en el que analizaba sus experimentos con animales para confirmar la inocuidad de la droga, y que la había utilizado con éxito como analgésico, para el tratamiento de reumatismo, para las convulsiones graves de los niños y para el tétanos. El psiquiatra francés Joseph Moreau de Tours observó los efectos de la  variedad Indica en la población árabe de Egipto y del Cercano Oriente. Basándose en esta experiencia, comunicó a sus colegas que la droga podría ser muy útil para enfermos mentales, adelantando así una teoría similar a la que luego se aplicaría al LSD. Fue también Moreau quien introdujo a Théophile Gautier, una de las primeras figuras literarias francesas de la época, en los misterios de este cáñamo. Gautier fundó en 1.844 “el club de los haschischins”. Este club celebraba una reunión mensual a la que asistían muchos de los miembros del movimiento romántico, de moda entonces, en el Hotel Pimodán de París. Formaban parte del club entre otros Gautier, Victor Hugo, Balzac, Gerard de Nerval, Dumas padre y Charles Baudelaire. Consumían cannabis en forma de una mermelada verdosa cuyo ingrediente activo había sido preparado en Argelia.

A finales del siglo XIX, el uso generalizado de la marihuana causó preocupación en el canal de Panamá, y el ejército norteamericano creó una comisión investigadora, que llegó a las mismas conclusiones que otra comisión inglesa en 1.894, que la cannabis era inocua, que no llevaba a la adicción, etc. En New Orleans, se formó otra comisión y los resultados fueron los mismos. La más famosa de todas estas comisiones investigadoras fue la Comisión La Guardia, que elaboró un informe en 1.943 sobre el uso del cáñamo en la ciudad de New York que también dio los mismos resultados. En el informe La Guardia se intentó por primera vez analizar los componentes de la planta del cáñamo y sintetizar los principales. Este estudio inició el proceso que habría de conducir a la síntesis de la molécula de tetrahidrocanabinol. Más adelante se confirmó y concretaron los datos que demostraban que la cannabis no era perjudicial, a través del Informe Wootton (inglés) de 1.968, el Informe Le Dain (canadiense) de 1.970 y el Informe Shafer ( USA) de 1971.
La marihuana no tiene efectos físicos peligrosos, y además a diferencia de la mayoría de drogas euforizantes clásicas, tiene pocos inconveniente, no produce adicción física y no borra el recuerdo como puede hacer el alcohol. En su recorrido por el organismo, los cannabinoles llegan a la mayoría de los órganos. En el cerebro se concentran principalmente en las regiones frontal y parietal, donde estimulan de modo notable el aumento de las ondas alfa. Hay cierto incremento de las pulsaciones. Curiosamente así como es sabido que seca la boca, previo aumento de la salivación, seca también los ojos. Si pelases una cebolla inmediatamente después de usar yerba, probablemente no te llorasen. Pese a lo que se dice, no agranda la pupila, y los dos efectos físicos más notables son sequedad en la boca y enrojecimiento de los ojos. El uso crónico de la marihuana no va acompañado de ningún deterioro permanente e irreversible (a diferencia de alcohol o tabaco) de las funciones del cerebro superior ni de la inteligencia. El uso de la cannabis no reduce la capacidad del sujeto para funcionar, tanto en casa como en el trabajo, y ninguna prueba avala la hipótesis de que el uso de la cannabis precipite un “síndrome amotivacional”, otro de los mitos bastante extendido.

En la obra “Marihuana Reconsidered” (Harvard University Press & Bantam Books), el doctor Lester Grinspoon menciona el “hecho sorprendente de que no se haya informado nunca, pese a la larga historia de esta planta, de un caso de sobredosis mortal correctamente documentado. Ni hay pruebas tampoco de lesión celular en ningún órgano”. Es un hecho digno de destacar, puesto que en los estudios de toxicidad esta droga figura entre las más inocuas que se conocen. Se ha calculado que para alcanzar una dosis mortal haría falta ingerir casi tres kilos de hojas en un periodo de menos de veinticuatro horas. Resumiendo diríamos que los síntomas producidos por la marihuana, por orden general de aparición y dosis creciente, pueden comprender euforia ligera o marcada y cambios sensoriales o perceptivos, principalmente con respecto al espacio y el tiempo, y aumento de la sensibilidad para la percepción de la música y la creación artística en general. Ayuda a relajarse, mantener una mayor estabilidad emocional, y a sentirse menos deprimidos y frustrados. La marihuana también es considerada por muchos como afrodisiaco. Por otra parte el cáñamo ha sido apreciado como yerba medicinal a lo largo de toda la Historia. Al principio de nuestra era, se recurría en la India y en China al genio de la resina para aliviar el dolor, reducir la fiebre, estimular el apetito y tratar la diarrea, la disentería, la bronquitis, la jaqueca, el insomnio y toda una serie de trastornos neurológicos. En los últimos sesenta años del siglo XIX, en que lo utilizó la medicina occidental a raíz del célebre artículo de O´Shaughnessy, hubo cientos de aportaciones adicionales a la literatura científica que recomendaban el cáñamo para una u otra enfermedad. La virtudes del cáñamo se consideran insuperables en el tratamiento, por ejemplo de la jaqueca o el glaucoma, pues no sólo seca los ojos, sino que reduce también la presión intraocular. Es más eficaz que ninguna otra droga para aliviar los vómitos y náuseas que padecen los miles de enfermos de cáncer sometidos a terapia química.

Si nos atenemos a las categorías habituales, la cannabis es una planta excepcional. Tan única desde los puntos de vista de la biología, la química y la farmacología, como para constituir una de las manifestaciones más extrañas del reino vegetal. Esta asombrosa planta tiende a rechazar casi todas las plagas (excepción la araña blanca)... y así no depende de los insectos para la polinización. En vez de eso, la cannabis ha ideado un sistema propio y puede ser macho y hembra y además hermafrodita. Silvestre, la cannabis crece normalmente mitad macho mitad hembra. Pero esta proporción puede variar según las condiciones, en una proporción hasta de nueve a uno, cuanta más luz haya, por ejemplo, hay más hembras. Si las condiciones de crecimiento son adversas, hay en general más machos. En condiciones extremas la planta se hace hermafrodita, de modo que pueda fertilizarse a sí misma y seguir reproduciéndose.


Lo que más le gusta es que haya luz, ambiente seco y suelo arenoso levemente alcalino. Pero, salvo en arcilla y en suelo no drenado, crece prácticamente en cualquier sitio en que puedan crecer cardos y ortigas. Sembrando al voleo, puede darse un índice de germinación de entre el sesenta y el ochenta por ciento. Dado que su potencia aumenta considerablemente si se le prodigan algunos cuidados, puede introducírsela en la tierra (más o menos centímetro y medio), con el extremo en punta hacía arriba y la parte redondeada hacía abajo. Puede reproducirse también por esquejes. Para trasplantarlas, deben regarse la planta y la tierra la noche antes. La nueva tierra debe ser lo más parecida posible a la anterior. El trasplante es mejor hacerlo un día nublado o de llovizna a última hora de la tarde, pues en un día claro y soleado podría producirse una reacción que paralizase el desarrollo. En el Hemisferio Norte es mejor plantar las semillas a finales de marzo o abril. Según las diversas condiciones (más de siete horas de luz al día, por ejemplo, aceleran notablemente el crecimiento) las plantas masculinas madurarán en un plazo de diez o doce semanas. En los primeros meses los sexos son indiferenciables, luego los machos tienden a ser más altos y las hembras más achaparradas y frondosas. Hay abundante literatura sobre el cultivo de la marihuana y como optimizar los resultados tanto en exterior como en interior, por ejemplo, sabemos por la larga experiencia de los asiáticos que si en la última fase de la planta se le causa algún trauma, aumenta aún más el contenido de resina. Y así, se retuerce la base hasta que aparecen fisuras en el tallo, o bien se hace un corte para poder insertarle una piedra. En algunas zonas del Himalaya, se lleva aún más allá esta práctica, y llegan a fabricar un cesto  de tortura. Cuando la planta alcanza cierto estadio de su desarrollo, se construye alrededor de la parte superior un cesto que cierre todas las hojas en un tejido muy prieto, de modo que queden confinadas para toda la vida. Sea cual sea el juicio que nos sugiera este procedimiento, tan agresivo, aumenta considerablemente, según dicen, la producción de resina.

La marihuana no sólo estimula la libido y la sensibilidad sexual, también aumenta la creatividad, ayuda a resolver problemas, le mantiene a uno en contacto consigo mismo ayudando a conocerse mejor, y aumenta la capacidad mental. Como anécdota decir que las ratas a las que se administra una dieta de THC aprenden a recorrer los laberintos más deprisa que en condiciones normales. Para terminar, creemos que habría que difundir un folleto titulado “Los peligros de no fumar marihuana” que a nivel social incluiría cosas tales como el militarismo, y a nivel personal, por ejemplo, no fumar te hace olvidar que eres un tipo raro (todos en mayor o menor medida lo somos) y aceptar la uniformización, pensar que el Estado sirve para algo bueno y es necesario, y que nadie te querrá a menos que seas distinto a como eres.

En palabras del escritor de la generación beat Ken Kesey (1935-2001), “recomiendo la vieja y buena yerba, para ser justo sin ser loco, para ser pacífico sin ser imbécil, para estar atento sin crispación, para ser feliz sin histerismos... fuma yerba”.


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