LA PRIMERA HUELGA DOCUMENTADA DE LA HISTORIA

 

 El periodo de inflación fue época de gran miseria para las gentes del común empleadas en las empresas del Estado. Los trabajadores del gobierno que construían y conservaban las tumbas del occidente de Tebas, se organizaron en dos bandos bajo la inmediata autoridad de tres interventores, que eran los capataces de los dos bandos y el escriba de la necrópolis. Sobre los tres estaba el alcalde de Tebas Occidental, responsable ante el visir del Alto Egipto. Los bandos, con sus familias, fueron alojados en la necrópolis, en cuanto bandos o cuadrillas, en recintos murados, vigilados por porteros y policías. Además de los verdaderos obreros de las tumbas, había individuos dedicados a hacer yeso, cortar madera, construir casas, lavar la ropa, cultivar hortalizas, llevar pescado y transportar agua. Todos los trabajadores recibían una cantidad mensual de grano como salario.

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 Al empezar la inflación en los últimos años del reinado de Ramsés III, el sistema de trabajo se desconcertó a causa de los retrasos del gobierno en pagar a los obreros. Un papiro de Turín nos da algunas notas sueltas sobre una huelga de trabajadores ocurrida en un año que no debió ser lejano del 1170 ane. Durante los meses calurosos del verano, el único indicio de la próxima perturbación consistió en el aumento del número de individuos que hacían servicios para los obreros de la necrópolis: veinticuatro aguadores en vez de los seis que había antes, veinte pescadores en lugar de cuatro, dos confiteros, cuando antes no había ninguno, y así sucesivamente. Quizá la lentitud en la llegada de las raciones del gobierno a través del río hizo necesario el aumento de los servicios locales, para tener a los trabajadores medianamente contentos. Si fue así, la medida no logro evitar la perturbación.

 En el otoño, la inundación bajó, y los campos cenagosos crepitaban bajo las primeras promesas de la abundancia; pero los obreros de la necrópolis estaban flacos y hambrientos. No habían recibido la paga en grano del mes que corresponde grosso modo a nuestro mes de octubre. Hacia mediados de noviembre llevaban dos meses de atrasos en sus salarios, y las privaciones los empujaron a una protesta organizada, la primera huelga de que tenemos noticia en la historia.

 “Año 29, segundo mes de la segunda estación, día 10. Este día el bando cruzo las cinco paredes de la necrópolis, gritando: ¡Tenemos hambre!... y se sentaron a espaldas del templo de Tut-mosis III, en el limite de los campos cultivados. Los tres interventores y sus ayudantes fueron a instarles que volviesen al recinto de la necrópolis, e hicieron grandes promesas..." ¡Podéis venir, porque tenemos la promesa del faraón! ” Sin embargo, no era bastante una promesa en nombre del rey, pues los huelguistas pasaron el día acampados detrás del templo, y no volvieron a sus habitaciones de la necrópolis hasta que se hizo noche.

 Volvieron a salir el segundo día, y en el tercero se atrevieron a invadir el Rameseum, recinto sagrado que rodeaba el templo funerario de Ramsés II. Precipitadamente huyeron los contadores, los porteros y los policías. Un jefe de estos prometió enviar por el alcalde de Tebas, que, discretamente, no se había dejado ver. La turbamulta estaba resuelta, pero en orden, y la invasión del recinto sagrado parece que fue más eficaz que la actitud anterior. Los funcionarios hicieron oídos a su protesta: “Hemos llegado a este lugar por causa del hambre y de la sed, por la falta de ropa, de pescado, de hortalizas. Escribídselo al faraón, nuestro buen señor, y escribídselo al visir, nuestro superior. ! Haced de modo que podamos vivir!” El tesoro real se abrió, y se les entregaron las raciones del mes anterior.

 Los trabajadores se ablandaron un tanto con la paga, pero la dura experiencia les había decidido a no contentarse con una satisfacción parcial: pidieron también la paga del mes corriente. Al día siguiente se reunieron en “la fortaleza de la necrópolis”, que debía ser el cuartel general de los policías. Montu-mosis, jefe de la policía, reconoció la justicia de sus demandas, pero les rogo que guardasen orden: “Mirad, os doy mi respuesta: subid (a vuestras casas) y recoged vuestros utensilios y cerrad las puertas y traed a vuestras mujeres e hijos. Y yo iré al frente de vosotros al templo de Tut-mosis III y os permitiré estar allí hasta mañana”. Por ultimo, al octavo día de huelga, les fueron entregadas las raciones del mes.

 Dos semanas mas tarde, al no recibir la paga el día primero del nuevo mes, volvieron a salir. Sus demandas envolvían ahora la amenaza velada contra los interventores, de que estaban engañando al faraón: “No nos iremos. Decid a vuestros superiores, cuando estén con sus acompañantes, que ciertamente no hemos cruzado (las paredes) a causa del hambre (solamente, sino que) tenemos que hacer una acusación importante, porque ciertamente se están cometiendo crímenes en este lugar del faraón”. No conocemos el resultado de la acusación, pero el desorden continuó. Dos meses después, el visir estaba en Tebas por asuntos oficiales, pero tuvo buen cuidado de no pasar el río y presentarse a los huelguistas. En vez de esto, envió a un oficial de policía con suaves promesas para los tres interventores de la necrópolis: “Cuando haga falta algo, no dejare de traéroslo. Ahora bien, acerca de lo que decís: ‘ ¡No te lleves nuestras raciones! ¡Cómo!, yo soy el visir, que da y no quita... Si ocurriese que no hubiera nada en el granero mismo, os daré lo que pueda encontrar”.

 Once días después, el bando volvió a cruzar las murallas gritando: “¡Tenemos hambre!” Cuando estaban acampados detrás del templo de Mer-ne-Ptah, acertó a pasar por allí el alcalde de Tebas, y le gritaron. Él prometió aliviarlos: “Mirad, os daré estos cincuenta sacos de grano para que viváis hasta que el faraón os de vuestras raciones”. Esto parece un acto de clemencia oficial, pero pocos días más tarde encontramos una acusación presentada ante el Gran Sacerdote de Amón según la cual el alcalde de Tebas estaba usando las ofrendas del templo de Ramsés II para alimentar a los huelguistas; “esto es un grave delito que se esta cometiendo” . No podemos calcular el peso relativo de las fuerzas que estaban detrás de la inactividad gubernamental: falta de ingresos, falta de honradez en los funcionarios, o pequeño politiqueo. Parece que actuaban los tres factores.

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 No podemos decir tampoco si aquella generación de trabajadores y de funcionarios llegó a resolver sus dificultades, porque el documento que hemos examinado no dice nada de esto. Sin embargo, por otros documentos sabemos que la situación no quedó definitivamente resuelta. Tenemos el diario de la obra de la necrópolis, llevado por un escriba contador, del reinado de Ramsés IX, o sea de más de cuarenta años después. Los trabajadores estuvieron ociosos durante muchos días, y después el escriba anota que las raciones de la paga ya llevaban un retraso de noventa y cinco días. Cuatro años mas tarde, los bandos aprovecharon una visita oficial a la necrópolis para presentar humildemente sus quejas: “ ¡Estamos débiles y hambrientos, porque no hemos recibido los salarios que el faraón dio para nosotros! Y el visir, el gran sacerdote, el sumiller y el Primer Tesorero del faraón dijeron: Los hombres del bando de la necrópolis tienen razón”. Si alguien podía haber remediado la situación, eran aquellos altos funcionarios, pero prefirieron pagar a los trabajadores con indignación justiciera más bien que con sacos de cebada y de trigo.

 Veamos el último caso, del tercer año de Ramsés X, cerca de cincuenta años después de la primera huelga. Los bandos de obreros estaban ociosos y cruzaron el río para acudir a los funcionarios más altos. El gran sacerdote de Amón alegó que sería técnicamente incorrecto por su parte suministrar provisiones para aliviarles el hambre, ya que lo correcto era que las raciones les fuesen entregadas por sus superiores inmediatos. Pero los obreros pasaron la noche en las oficinas del gran sacerdote, para reanudar su petición en la mañana siguiente. Entonces los altos funcionarios convocaron al secretario del visir y a un gobernador diputado del Real Granero, y les ordenaron: “Buscad el grano del visir, y dad de él provisiones a los hombres de la necrópolis ”. (…)

 

John Albert Wilson, “La cultura egipcia”. Fondo de Cultura Económica, 1953, México. Pp 390 a 395

 

 

(1) Tapa del sarcófago de granito de Ramses III (ca. 1187-1156 ane). Fitzwilliams Museum, Cambridge.

(2) Portada de la edición utilizada para este artículo.

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