MUJERES INSURGENTES retira su apoyo al CSO KIKE MUR

Entended el siguiente texto como una respuesta a la nefasta e incomprensiblemente irresponsable gestión de la que el CSO Kike Mur hace gala en lo que respecta a las agresiones sexuales acontecidas. Dada la gravedad de los hechos, nuestro firme propósito es llevar a la asamblea la autocrítica, que consideramos extremadamente necesaria y ausente hasta la fecha. 

Flagrante para todas las personas el craso error por el obscurantismo cerrar filas, y facilitar un riesgo potencial para todas y cada una de nosotras. 

Otra consecuencia directa de este modo de actuar secretista ha sido el privarnos a todas nosotras de la posibilidad de intervenir en una cuestión de interés y seguridad general. Y lo que es peor, nos habéis privado de poder mostrar nuestro apoyo incondicional a la/s víctima/s. 

Dicho esto, rechazamos frontalmente la forma de intervención de la asamblea ante estos hechos, pues consideramos que ha venido a apuntalar y a dar continuidad al cáncer estructural patriarcal estatal. Y frente a ello, esgrimimos los siguientes puntos:

Gestión privada/secretismo y corporativismo. En cuanto a la gestión de varios casos de agresión de forma privada o “autogestionada”, si así se prefiere denominar, desde dentro de la asamblea. El hecho de que no se muestre como algo público deja en evidencia varios factores en lo que se refiere a ocultar y privatizar la información al resto de personas con el objetivo de que sea cada unx quien decida que quiere hacer con dicha información. Además de haber podido esclarecer los hechos de una forma clara, concisa y directa pero al no haberlo hecho, se ha minimizado el calado y la importancia de este suceso. 
Es un hecho grave ya que lo que se viene revindicando cuando se da un caso de agresión, violación, etc. es que se aborde desde lo público y lo político puesto que es una cuestión social que nos afecta a todxs. Aunque esto último se pretenda justificar por el respeto hacia lxs afectadxs y tratar de que con la gestión de la asamblea poder impedir más incidentes, se consigue el efecto contrario: encubrir y perpetuar un secretismo que obstaculiza una buena intervención y poder dar apoyo a las partes afectadas. 
El ocultismo que se le ha dado al asunto muestra y visibiliza el corporativismo con el que se ha tratado, como una manera de impedir que se dé a conocer en otros espacios y otros colectivos el peso que tiene tal asunto. Esto demuestra una continuidad patriarcal de las instituciones a las que se las critica haciendo gala del corporativismo habitual en policías y militares y reproduciendo la violencia estructural sobre nosotras. 

Doble agresión. El hecho de que se produzcan agresiones en estos espacios supone una agresión doble: una, la que sufre la persona agredida de forma directa por el agresor y la segunda, la que se produce de forma consciente o inconsciente por parte del CSO. El que se dé una situación como esta en un espacio social, según la cabida e intervención que se quiera hacer en el proceso para igualar la actuación con ambas partes, aunque se trate de equilibrar el bagaje de ambas personas implicadas para una solución pactada, hace que la persona agredida se vea empequeñecida y presionada ante un espacio que en teoría debe defender unos valores claros y firmes en lo que respecta a seguridad, libertad, feminismo, cooperación y apoyo mutuo entre nosotrxs. Enfrentarse o denunciar ante un hecho que se produce en un sitio así supone una presión, inseguridad y autoseñalamiento añadidos al poder ser juzgada, cuestionada y señalada por si posteriormente hay represalias contra el CSO. Por eso hay un doble rasero que si no se sabe abordar acaba perpetuando e igualando la ecuación de víctima-agresor y de esta manera priorizando al agresor. Este hecho hace que se favorezca la incorporación al espacio del agresor y por ende, su impunidad. Quitándole peso al hecho cometido por el agresor y ejerciendo como jueces ante este hecho muestra, el patriarcado en la forma en la que se trata el proceso. Este doble rasero que unido al secretismo ha hecho que no se le pueda dar apoyo a la agredida. 

“Terapia” en nivelar agresor – víctima. La “terapia” que se ha hecho es una iniciativa que podría facilitar que el agresor no siga perpetuando este tipo de comportamiento. Pero el decidir quién hace el proceso, su duración (ya que tenía una preconcebida y concienzuda fecha de caducidad) y sanación es un acto claro de autoritarismo y arrogancia. ¿Quiénes sois vosotrxs y en base a qué decidís cuándo y cómo resolver un problema que es más nuestro que vuestro? Consideramos que lo único que se ha perseguido es echar una manta sobre el problema y disiparlo rápidamente para reunificar a lxs colegas. Sois su manada machista. El empoderamiento de la víctima parte de la justicia y apoyo social, todo lo demás es vuestro favoritismo hacia el agredido. 
Es una irresponsabilidad la forma en la que se ha llevado a cabo, un ejemplo pésimo y totalmente tergiversado del discurso libertario. Y es que para que realmente exista un empoderamiento por parte de la persona agredida debe ser esta quien lleve la voz cantante en todo momento, donde sea esta la que determine los puntos que considera que deben abordarse por ambas partes; y no que sea la asamblea la que decida cómo juez y parte. Si no hay un apoyo así, no hay solidaridad y comprensión real. Debe priorizarse según las necesidades de la persona agredida ya que se encuentra en una situación de vulneración inconmensurable. La mediación suele ser la propuesta dentro de espacios libertarios, pero no estáis a la altura. 
Recalcar que el proceso que se lleva a cabo se hace desde una gestión conservadora donde se prima el preservar el orden y a las personas existentes a través del encubrimiento, antes que la de defender un espacio seguro. 

Antipunitivismo. Otro de los discursos que justifican la intervención es el antipunitivismo con el que se ha llevado a cabo, desde la reeducación y no desde el establecer una pena como solución a un problema social, en definitiva, intentar redimensionar el problema de la justicia más allá del aparato punitivo. Pero hay que saber diferenciar claramente el espacio donde se ejecuta un castigo punitivista. En el caso de expulsar a una persona de un espacio social, ¿es punitivista en cuanto a qué?, ¿a costa de igualar agresor y víctima? Minimizando el tema y haciendo la gestión de Juan Palomo habéis pasado todxs a la posición de posibles agresores. Aquí no se pide que la persona esté encerrada de por vida, simplemente se trata de expulsar a una persona de un espacio social, que debe anteponer cualquier cosa para poder ser un espacio seguro. Si se expulsa a una persona de un sitio esta no puede entrar ya que su comportamiento no se adecua a los valores que se platican en dicho lugar, pero en el resto de espacios (calle, cafeterías, bares, etc) sí que puede. Por lo tanto, tirar del discurso de que si se expulsa a alguien de un espacio es una medida punitivista es un discurso socorrido y vacío de razonamiento cuyo objetivo es poder salvaguardar la integridad de una persona por encima de la preservación de un CSO seguro, que es uno de los principios básicos. 

Desmontando el discurso libertario. Habéis actuado como aprovechadxs, jugando a justificar vuestro pobre criterio sobre la responsabilidad individual y colectiva bajo la marca libertaria cuando la convivencia, el apoyo mutuo, la solidaridad frente al débil y la tolerancia cero frente al machirulo han brillado por su ausencia. En base a vuestra propia idea de resolución de conflictos, como anteriormente se ha mencionado, actuáis como juez y parte; lo que muestra un abuso de autoridad en un espacio libertario. El creer que se está llevando a cabo un proceso donde se defiende la libertad del individuo, donde ha habido un acuerdo voluntario por todas las partes y que se ha tratado de forma “autogestionada”, además de estar en el convencimiento absoluto de que se han respetado los tiempos y a las personas involucradas de primera mano en el proceso escupe en la cara a los ideales libertarios. Mucha soberbia y muy poco talento.


Por todo lo anteriormente expuesto se retira nuestro apoyo al CSO Kike Mur hasta que sintamos que es un espacio social seguro y que se lleva a cabo una gestión sana del mismo como espacio seguro que debe ser, conformando y llevando a cabo unas líneas claras y firmes respecto a la gestión en agresiones sexuales y/o violaciones, ya sea a través de un protocolo o actuaciones que aseguren y preserven el respeto y la seguridad de toda persona que entra en el CSO.

En base a la gravedad de todo lo acontecido, exigimos una respuesta pública donde se nos aplace a una fecha donde recibir un texto con las debidas justificaciones, protocolo/medidas de actuación y autocríticas necesarias.

Y, por último, mostrar nuestro apoyo incondicional a la/s persona/s agredida/s. Si no se ha podido manifestar antes ha sido en parte al secretismo y encubrimiento que se ha hecho del tema. Nuestro posicionamiento es el feminista, por tanto, antifascista, ya que es la solidaridad la que mueve el mundo y ante cualquier agresión siempre nos encontrarán de frente.


Nos tocan a una, respondemos todas.


Atentamente: Mujeres Insurgentes

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