ECOLOGÍA, EMERGENCIA CLIMÁTICA Y EL ANARQUISMO



por Javier Montenegro


El anarquismo siempre ha defendido la ecología como fundamento de la sociedad, y que el impacto de la actividad humana sea lo más orgánico posible con el medio, a diferencia de lxs capitalistas, sean estxs de Estado o de libre mercado, que fieles a sus raíces judeocristianas y al antropocentrismo griego (el ónfalos de Delfos, en Atenas, el ombligo del mundo para lxs griegxs, reanimado luego en el siglo XVI por el Humanismo y su “Nueva Atenas”, Florencia ), siempre consideraron la naturaleza con desprecio, al menos hasta la segunda mitad del siglo XX. Élisée Reclus y sobretodo Piotr Kropotkin, lecturas más que recomendables, son dos buenos ejemplos en el pasado de esa preocupación anarquista, y Murray Bookchin con su “ecología social” representó esta misma sensibilidad a lo largo del siglo XX.

Al final ha sido la naturaleza quien ha forzado el cambio de mentalidad general ante las consecuencias del recalentamiento global, la contaminación y el cambio climático, y hoy, exceptuando a la cerril extrema derecha, siempre ajena a la realidad; la ecología y la emergencia climática están en la agenda de todos los partidos políticos, al menos en apariencia.

Pero no hay que hacerse ilusiones, los Estados no van a cambiar su relación con la naturaleza, más allá de cambios cosméticos o pequeños arreglos ante situaciones límite, porque los problemas son estructurales e inherentes al sistema capitalista de producción y consumo.

Un sistema de producción y consumo, depredador con el medio y con las personas, basado en la codicia, la mentira y la explotación abusiva de recursos humanos y materiales, que mantiene al 50% de la población mundial en la pobreza, un 10% en pobreza extrema, sin acceso al agua potable, alimentos suficientes o electricidad, y además ha convertido el planeta en un vertedero.

Las diferentes industrias, basadas en la explotación de las personas y guiadas por el ánimo de lucro; el uso y abuso de energías sucias; la agricultura y la ganadería extensivas, devastando regiones enteras, y contaminando el aire, los cursos fluviales, mares y océanos, están arrasando con todo y destruyendo el ecosistema. A sumar, el impacto de las vías de comunicación y medios de transporte, para la distribución de mercancías, que fuera de toda lógica racional de consumo, atiende sólo a la codicia capitalista. Y consecuencia de este sistema, ciudades de un tamaño inhumano con enorme concentración demográfica y un urbanismo opresivo e irracional, que generan todo tipo de problemas a las personas y al medio ambiente, no siendo el menor de ellos la contaminación del aire, los acuíferos y la destrucción del entorno natural.

La ridícula e hipócrita campaña de comunicación de Greta Thumberg, de teatralidad comparable a su superficialidad, sólo se ayuda a ella misma, y no deja de ser una pantalla de humo para seguir ocultando la realidad, y que Estados y políticxs sin escrúpulos, siempre dispuestxs a crear comisiones y más burocracia, nos entretengan con declaraciones retóricas vacías de contenido para ocupar a la opinión pública y promocionarse.

En nuestras manos está cambiar las cosas, hacer autocrítica y rectificar, el planeta no va a soportar la presión por más tiempo, la ecología ha de ser una prioridad, hay una responsabilidad individual y colectiva que debe ser asumida, la situación es dramática, porque el planeta está harto, tanto comprar y vender, nos lleva al desastre, el consumo desmedido e insensato, generando toneladas de basura todos los años, es insostenible. La revolución de conciencia individual es más necesaria que nunca, sin ella no hay revolución social posible, de lo pequeño a lo grande, y todxs podemos hacer algo por ayudar y mejorar el medio ambiente.

Esto decía el geógrafo y pensador anarquista Élisee Reclus en 1908: “Comprar y vender son todavía las contraseñas de los que entran en la vida, pero indicios precursores indican ya que esas palabras serán un día abolidas. La producción libre y la distribución equitativa para todos, tal es la resolución que exigimos al porvenir.” (1) Más de cien años después seguimos con las mismas “contraseñas”, pero lxs anarquistas seguiremos luchando para que algún día sean abolidas, y si antes lxs capitalistas no destruyen el planeta, entre todxs lo conseguiremos.




(1) “El hombre y la Tierra- 8. Historia contemporánea”, Élisée Reclus, editorial Doncel, 1975, Madrid, pág. 166

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