LI YAOTANG : "EL ANARQUISMO Y LA CUESTIÓN PRÁCTICA"

 

En este artículo de Ba Jin (Li Yaotang) publicado en 1927 en la periódico “La Campana del Pueblo”, reflexiona sobre el papel de lxs anarquistas en la lucha contra el colonialismo en China. En 1922 masas populares y el Partido Comunista (creado un año antes) se unieron al Kuomintang (Partido Nacionalista) liderado por Sun Yat-sen (su fundador, que falleció en 1925), un partido de carácter socialdemócrata apoyado eventualmente por la Unión Soviética, para enfrentar a los señores de la guerra y sus aliados de las potencias coloniales: Reino Unido, Alemania, Francia, los Estados Unidos y Japón, que junto a Rusia, Italia y Austria, enviaron fuerzas armadas en 1900 para aplastar el levantamiento de los Bóxers y allí que se quedaron.

Entre 1924 y 1927, se sucedieron las campañas militares y los sectores más revolucionarios del Kuomintang animaron insurrecciones populares que culminaron en enero de 1927 con la expulsión de los británicos de la provincia de Jianxi y la expropiación de sus concesiones en las ciudades de Wuhan (antes Hankou) y Jiujiang. Pero muy pronto los británicos recuperaron el poder cuando Chiang Kai-shek (jefe militar del Kuomintang) traicionó el proceso revolucionario con la Masacre de Shangái en la primavera de ese mismo año, y con el apoyo de los capitalistas chinos y extranjeros, tomó el control, cortó relaciones con la Unión Soviética, eliminó en un baño de sangre el ala izquierdista del Kuomintang y aplastó el levantamiento insurreccionalista de Shangái. El artículo de Ba Jin está escrito poco antes de los sorpresivos y funestos sucesos del 12 de abril de 1927 en Shangái. 

Aplicando el análisis de Ba Jin a la actualidad, podemos decir que contra el abusivo imperialismo militarista de los Estados Unidos y la OTAN; el movimiento secesionista del Dombáss y Putin, no son peores compañeros de viaje que en su día lo fueran Sun Yat-sen, Chiang Kai-shek y el Partido Comunista, contra los corruptos señores de la guerra y las ambiciones coloniales europeas, norteamericanas y japonesas. La unión hace la fuerza, y nos dice Ba Jin que por extrañas y amargas que sean las alianzas, en determinadas circunstancias, adaptar nuestra praxis a las condiciones concretas y cambiantes de la realidad, sin perder nuestra identidad ideológica, es la única manera de influir en la sociedad y avanzar aunque sea muy lentamente hacia la anarquía, en vez de encerrarnos en nosotrxs mismxs, para aislarnos en la endogamia y el maximalista y esteril fundamentalismo. Lxs anarquistas somos parte en la lucha de clases, y por coherencia ideológica siempre hemos de “arrojarnos al torrente revolucionario” como una exigencia evolutiva de la historia pensando en un futuro mejor para todxs, porque como sentenció el escritor Publio Terencio Africano: “nada humano, me es ajeno”.

J.M.

 

 


 

 

 EL ANARQUISMO Y LA CUESTIÓN PRÁCTICA

 

El anarquismo es producto del movimiento de masas, y no puede jamás divorciarse de la práctica. De hecho, el anarquismo no es un sueño ocioso trascendente en el tiempo. No podría haber nacido antes de la Revolución Industrial, ni haberse desarrollado antes de la Revolución Francesa. Muchos chinos sostienen que Lao-Tse y Zhuangzi fueron los primeros anarquistas de China. Pero esto es muy engañoso. El taoísmo no comparte nada con el anarquismo moderno. El tiempo de Lao-Tse y Zhuangzi no podría haber producido las ideas del anarquismo moderno.

Pienso que muchos tienen una mala comprensión de la doctrina anarquista. Es cierto que los anarquistas se oponen a la guerra, pero al tipo de guerra al cual los anarquistas se oponen es aquella que se deriva de la lucha por el poder entre caudillos y políticos. Nosotros sí apoyamos la lucha de los oprimidos en contra de sus opresores, y la lucha del proletariado en contra de la burguesía, porque es una lucha de autodefensa y libertaria, que Malatesta consideraba «necesaria y sagrada». También apoyamos la guerra de las colonias en contra de sus Estados metropolitanos y la guerra de las naciones débiles en contra de las potencias imperialistas, pese a que el fin de tales guerras sea un tanto diferente a nuestro ideal. Algunos se oponen a la lucha de clases, la cual, argumentan, es contraria a la felicidad del conjunto de la humanidad. Hubo un artículo en la Voz del Pueblo nº 33, que reflejaba este punto de vista. Los anarquistas de ninguna manera se oponen a la lucha de clases, y de hecho la alientan. El anarquismo es el ideal y la ideología de la clase explotada... en la lucha de clases. Resulta engañoso, sencillamente, proponer la búsqueda de la felicidad colectiva de la humanidad, cuando la humanidad no es un conjunto armónico, y está dividida desde hace tiempo en dos clases antagónicas. «El anarquismo jamás ha sido el ideal de la clase dominante» (Kropotkin). «El verdadero creador del anarquismo es la clase obrera revolucionaria» (Alaiz).

Ningún problema práctico puede ser más importante que aquel de la Revolución China. Es el problema de cómo iniciar aquella revolución social que ocurre en nuestras cabezas todo el tiempo. Somos materialistas (destacados anarquistas, como Kropotkin o Bakunin, fueron todos materialistas). Entendemos que la llegada a la revolución social no puede estar determinada por nuestras buenas intenciones. Se desprende de la evolución social y está determinada por las necesidades de la historia. Dentro de los límites permitidos por las condiciones materiales, los esfuerzos de los individuos pueden facilitar la evolución social, pero no es el único factor en la evolución social. No concuerdo plenamente con el camarada Huiling. Yo soy partidario del determinismo, que no es lo mismo que fatalismo. El determinismo no niega las pruebas de la voluntad humana y reconoce que los humanos no son una sustancia pasiva. Aunque no sea controlado por el ambiente, éste sí que limita sus emprendimientos. Las afirmaciones de Huiling son irrelevantes para los deterministas.

No hay contradicción entre revolución y evolución. Reclus dijo: «La evolución y la revolución son un mismo fenómeno en una secuencia de acciones: la evolución opera antes de la revolución y se desarrolla en la revolución». El anarquismo no puede ser realizado en un período breve de tiempo. Su éxito requiere de la acumulación fruto de la revolución y construcción ininterrumpida. Alaiz comentaba: «La realización del anarquismo no viene de repente. No hay manera de que podamos realizar a cabalidad el ideal anárquico de un sólo golpe, y debemos implementarlo paso a paso». Es imposible para nosotros realizar cabalmente el ideal anárquico en las condiciones actuales de China. Nuestro ideal, el ideal de la sociedad futura, es correcto. No es una ilusión, pero su realización se ve limitada por las condiciones materiales. En otras palabras, la sociedad ideal no aparecerá subrepticiamente como un milagro; lo hará gradualmente. Todos nuestros esfuerzos pueden acelerar su llegada, pero aún así hay limitaciones. Esto puede no ser algo ideal como quisiéramos, pero es la realidad. Si hay una revolución social en China, queremos realizar plenamente la sociedad ideal del anarquismo; pero ¿es posible practicar el principio de cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades, cuando la economía china está subdesarrollada, y cuando necesidades básicas y aún el alimento, dependen de las importaciones del extranjero? En tales condiciones, debemos saber ser flexibles. Esto no significa aceptar la derrota. Pero debemos prepararnos para cuando la revolución venga, y debemos permitir que los obreros desarrollen la industria por medios cooperativos. Aún después del inicio de la revolución, será para nosotros imposible alcanzar el ideal social del anarquismo de un sólo esfuerzo. Debemos caminar hacia nuestro ideal paso a paso.

Esta sólo es una hipótesis sobre la situación de China después de que ocurra la revolución social, pero no podemos saber realmente si esto sucederá en un futuro cercano. En primer lugar, las condiciones materiales en China no están maduras; en segundo lugar, la brecha entre los anarquistas chinos y las masas es aún demasiado grande. Algunos anarquistas solamente se interesan en la propaganda de ciertos principios hacia el pueblo, pero jamás se preguntan si acaso su propaganda es accesible al pueblo y qué es lo que realmente desea el pueblo. ¿Cómo podemos insertarnos en el movimiento obrero sin conocer sus preocupaciones inmediatas? Difícilmente será posible pedirles llevar a cabo una revolución si sus estómagos están vacíos. Cierto es que la revolución social en China no ocurrirá en lo inmediato, pero debemos comenzar a prepararnos y a facilitar su inauguración.

China ha entrado en la era de la revolución. Muchos de los movimientos revolucionarios en China no son movimientos del Partido Nacionalista (Kuomintang) sino movimientos del pueblo. Decenas de miles de obreros están en huelga y numerosos jóvenes luchan en los campos de batalla. Bajo el terror blanco, son muchos los que se dedican a la revolución. No tienen el menor temor a la cárcel o a la muerte. Hay quienes dicen que estos revolucionarios son manipulados por un número reducido de personas, que sueñan con riquezas y poder, que son la carne de cañón de los nuevos caudillos, que son seguidores leales de los Tres Principios del Pueblo (del Partido Nacionalista) y que quieren instalar un gobierno burgués. Esto es absolutamente falso. Es cierto que hay diferencias entre la expedición del norte del Ejército Nacionalista y el movimiento revolucionario de China, entre la guerra de independencia en un país semi-colonial y los objetivos anarquistas, pero nosotros los anarquistas no estamos en oposición, sino que simplemente queremos ir más lejos. Antes de que podamos abolir el capitalismo, no nos oponemos, de ninguna manera, a ninguna clase de movimiento antiimperialista. Detesto a la Rusia Soviética, pero detesto aún más a las potencias imperialistas; detesto al Partido Nacionalista, pero detesto aún más a los caudillos. La razón es sencilla. La Rusia Soviética no es tan nociva como las potencias imperialistas, y el Partido Nacionalista y los caudillos no son hienas de la misma camada. Ciertamente, sería maravilloso si pudiéramos ofrecer algo mejor al pueblo. No es problema para un académico burgués, con aire desinteresado, la palabrería vacía en la oposición, pero para un revolucionario, esto es un crimen. «Perfección o nada» es la idea de los individualistas, no la idea de los revolucionarios que luchan por los intereses del pueblo, pues tal idea no refleja las necesidades del pueblo. Si no hay manera de dar la felicidad «perfecta» al pueblo, ¿cómo se le puede negar la oportunidad de disfrutar un poco más de felicidad? Debe entenderse que este movimiento revolucionario no es monopolio de un partido político particular. Sin la participación y el apoyo del pueblo, ¿cómo pueden derrotarse los caudillos? Los anarquistas no jugamos un papel influyente en el movimiento. Este fue nuestro error. Si nos dedicamos, simplemente, a ser espectadores de este movimiento y a denigrarlo, como si fuera una mera lucha por el poder, o un enfrentamiento entre caudillos, y si describimos al Partido Nacionalista y a Zhang Zuolin (un caudillo manchú) como hienas de la misma camada, entonces ¡los conservadores derechistas pueden estar contentos y darnos las gracias!

Debiéramos saber que no todos los participantes de este movimiento son miembros leales del Partido Nacionalista. Por ejemplo, ¿creen que la opinión de un obrero en huelga puede ser la misma que la de Chiang Kai-shek? ¿Entienden los obreros cabalmente los Tres Principios del Pueblo? ¿Alguna vez han leído el «Plan General para la Construcción de la Nación-Estado» de Sun Yat-sen? ¿Creen que la opinión de un estudiante que lucha en el campo de batalla puede ser la misma opinión que la de Chiang Kai-shek, su comandante en jefe? Si prestamos atención a las cuestiones prácticas, nos daremos cuenta de que las soluciones reales son mucho más complejas que lo que nos imaginamos. Un artículo publicado en la Voz del pueblo hace once años puede ilustrar muy bien este punto: «Hemos aprendido que los trabajadores y los pequeños comerciantes están realmente asqueados del gobierno de Yuan Shikai y están prestos a la revolución a fin de poder subsistir. Si se les pregunta por los males del gobierno, frecuentemente dirán que los onerosos impuestos les privan de los medios de subsistencia y que los soldados les acosan en sus hogares. Sus preocupaciones parecen poco relevantes en comparación con los grandes asuntos planteados por ciertos líderes y políticos, tales como la traición a la república, la disolución del parlamento, la dictadura presidencial, la violación de la Constitución». ¿Quién podría concordar con quien diga que aquellos «trabajadores y pequeños comerciantes» comparten la misma visión que «aquellos líderes y políticos», que intentan conquistar el poder y la fortuna, estableciendo una república? Además, si se les dice a los obreros en huelga que Chiang Kai-shek y Zhang Zuolin son dos hienas de la misma camada, no creo que entiendan qué se quiere decir. Sus demandas se relacionan íntimamente con sus preocupaciones inmediatas. La política no es asunto de su interés, y Chiang Kai-shek, así como el Partido Nacionalista, no son un tema de su conocimiento. Ellos solamente están familiarizados con ciertas consignas como «Abajo los caudillos», «Abajo el imperialismo», «Apoyemos al sindicato obrero». Detestan el gobierno de los caudillos y quisieran derrocarlo, porque el gobierno clausura los sindicatos, reprime el movimiento obrero, ayuda a los capitalistas y trata a los obreros como si fuera una espina en su carne. Podemos ciertamente comprender su reacción, porque ésta se relaciona directamente con sus preocupaciones inmediatas. En definitiva, no solamente debemos recordar los principios, sino que también debemos prestar suficiente atención a los problemas prácticos. Malatesta dijo que, al participar del movimiento obrero, a veces los anarquistas deben hacer ciertas concesiones en beneficio de los intereses de los obreros, en lugar de arengarlos para poner al anarquismo en práctica inmediatamente; deben apoyar huelgas que pidan aumentos salariales o reducción de la jornada laboral. No se les puede criticar que obren de este modo (hay quienes sostienen que las huelgas por mejoras salariales y reducción de la jornada laboral son algo muy moderado, ya que el aumento salarial lleva a que los patrones suban los precios, lo que no trae ninguna ventaja a los obreros. En realidad, este no es el problema central. La victoria de una huelga puede ser que no traiga a los obreros grandes beneficios, pero la organización obrera se verá fortalecida y sus expectativas revolucionarias serán más elevadas. Sabemos que las expectativas allanan el camino a la revolución. Toda huelga victoriosa recuerda a los obreros que son lo suficientemente poderosos como para resistir a los capitalistas. Con el aumento de las expectativas y de la confianza en sí mismos, eventualmente se levantarán y harán la revolución. Para entonces, los sindicatos, con bastante experiencia en la lucha, serán fuertes y estarán cohesionados para satisfacer las necesidades de la revolución).

Si nos consideramos revolucionarios, no debiéramos permitirnos el lujo de la palabrería hueca ni de darnos aires desinteresados. Debemos arrojarnos al torrente revolucionario.

El famoso anarquista Bakunin ha sido llamado un «talentoso de la rebelión». En su vida, se unió a numerosas rebeliones. Pese a que no todas estas rebeliones fueron anarquistas, él se unió a ellas de manera entusiasta. En lugar de criticar el carácter no anarquista de estas rebeliones, Bakunin se convirtió en un participante activo, e hizo cuanto pudo para llevar las ideas anarquistas a la rebelión. La rebelión de Lyon en 1871 es un buen ejemplo de ello. Si queremos ser revolucionarios, debemos seguir el ejemplo de Bakunin y arrojarnos al torrente revolucionario, y llevar la marea revolucionaria al océano del anarquismo tanto como nos sea posible. Si suponemos que la marea no llegará muy lejos y nos dedicamos a construir represas para contenerla, entonces la marea nos desbordará. Como resultado, seremos ahogados por la marea y ni siquiera una gota de agua llegará al océano anarquista. Creo que debiéramos aprender de Kropotkin. Su actitud hacia la Revolución Rusa fue muy positiva.

En el proceso revolucionario ruso, los anarquistas hicieron sus contribuciones al movimiento revolucionario. Después de la victoria de la Revolución Rusa, Lenin ascendió al trono de Nicolás y comenzó a perseguir a los anarquistas. Muchos dirán que los anarquistas fueron engañados. Pero de hecho, fueron los anarquistas quienes llevaron a la Revolución Rusa el sabor de la revolución social, y la convirtieron en uno de los grandes movimientos de masas de la historia. Los anarquistas fueron los primeros en gritar consignas tales como «control obrero de las fábricas», «control campesino de la tierra», que se extendieron entre los obreros y campesinos para luego ser apropiadas por los Bolcheviques. ¡Si en esos momentos los anarquistas hubieran actuado como meros espectadores, la Revolución Rusa hubiera sido mucho menos significativa y esto no hubiera sido en beneficio al interés ni de los anarquistas ni del pueblo!

Es cierto que existe una gran distancia entre los resultados de la Revolución y las expectativas de los revolucionarios, pero no existe ninguna razón para afirmar que la Rusia postrevolucionaria es peor que la Rusia de los zares. Solamente los reaccionarios podrían afirmar esto. Si hacemos un estudio del movimiento revolucionario en la historia, descubriremos que en todas las revoluciones siempre ha existido una gran distancia entre los resultados y las expectativas. Durante las revoluciones, el pensamiento popular fue siempre más progresista que después de éstas. En la Revolución Francesa, el valiente y fiero pueblo tomó las armas y se arrojó al ataque de la Bastilla, las mujeres proletarias se volcaron sobre Versalles para arrestar a Luis XVI y el pueblo en todo el país se hizo con garrotes y palos para destruir municipalidades y prisiones... ¿Cuál fue el resultado de esto? ¿Podría decirse que el objetivo de esta gente era establecer un gobierno burgués? La consigna de ese momento era «Libertad, Igualdad, Fraternidad». ¿Se volvió esta consigna realidad bajo Napoleón o aún bajo el actual gobierno parlamentario? Si se descubriesen las palabras «libertad», «igualdad» y «fraternidad» escritas en los muros de una prisión, o si se descubriese que aún quedan algunos realistas en Francia, ¿podría atacarse a la Revolución Francesa por haber quedado incompleta o maldecirla por tanto alboroto para tan poca cosa? ¡Sin la Revolución Francesa, aún podríamos estar en una época extremadamente terrible!

Pero volvamos a la discusión de la revolución en China. Las propuestas del Partido Nacionalista son contrarias a las nuestras, y en cuestión de principios, este partido es nuestro enemigo. Es bien sabido que el Partido Nacionalista quiere construir un buen gobierno, y que nosotros queremos derrocar toda clase de gobierno. Sin embargo, no tenemos objeciones respecto a algunas de sus causas, como el derrocamiento de los caudillos y del imperialismo, pero queremos ir aún más adelante, rechazamos el gobierno del Partido Nacionalista y su construcción. (Hace ya muchos años, cuando puse la consigna de «confianza de las naciones débiles para derrocar a todos los imperialismos» en la portada de la primera edición de Pueblo, algunos camaradas en Wuchang y en Hunan escribieron cartas en contra de esta consigna. Decían que la consigna era superficial. Antes que abolir el capitalismo, me decían, el llamar a derrocar al imperialismo era preocuparse de nimiedades y despreocuparse de lo esencial. También decían que los anarquistas no debían aceptar la idea de que hubiese naciones más débiles que otras en la humanidad. Yo no concuerdo con ellos. No negamos la existencia de naciones débiles de hecho, pero ¿debieran esas naciones débiles permanecer esclavas de las potencias imperialistas hasta que logremos la sociedad anarquista? ¿No pueden las colonias y semi-colonias lograr su independencia sino hasta la abolición del capitalismo?) La mayoría de la gente solamente está de acuerdo con el Partido Nacionalista en lo que respecta a ciertas consignas, pero está en desacuerdo en muchas otras cosas. De momento, el Partido Nacionalista es el líder del pueblo... si vamos al pueblo, si nos arrojamos al torrente revolucionario, y llevamos al pueblo un objetivo mayor, entonces el pueblo tomará distancia natural del Partido Nacionalista y nos seguirá, con lo que se dará mayor influencia anarquista al movimiento revolucionario, dejando una profunda impronta anarquista en la mente popular. Si obramos de este modo, aunque la sociedad anarquista no sea plenamente realizada de inmediato, el pueblo avanzará en esa dirección (al menos en un sentido mejor al de la situación actual). Si hacemos un esfuerzo, sembraremos una semilla; si intentamos construir una represa para contener al caudal revolucionario, estamos condenados a ahogarnos.

Fábricas siderúrgicas de Wuhan c.1920
 Actualmente, la revolución en China ha ido más allá de los objetivos del Partido Nacionalista. Por ejemplo, los campesinos se alzan para derrocar a los tiranos locales y a los terratenientes perversos, asociaciones campesinas en todas partes resisten contra los terratenientes, y los obreros organizan sindicatos para resistir a los capitalistas. Estas son noticias maravillosas. Cuando estuve en Shanghái, leí en los periódicos sobre la «violencia» de la clase obrera en Wuhan. Comparto la preocupación de aquel autor respecto de la violencia. Creo que, si nos hacemos parte del torrente revolucionario, seremos capaces de crear consignas nuevas, tales como «autonomía campesina», «control campesino de la tierra», «abolición de los capataces». En momentos de revuelta y guerra, podemos quemar las oficinas ejecutivas de un distrito, o podemos ir a ayudar a los campesinos a organizar comunas que les permitan manejar sus asuntos sin la intervención del gobierno. Debemos unirnos, como trabajadores, al movimiento sindical, pensar en las preocupaciones de nuestros compañeros y crear nuevas consignas, tales como la reducción de las horas de trabajo, protección para los medios de vida del obrero, y educación para los trabajadores. Entre las cosas importantes de la China contemporánea, la prioridad ha de ser la defensa del derecho obrero a supervisar directamente todos los equipos de la fábrica, suprimir a los capataces, y negociar con la patronal mediante los sindicatos. Sobre la consigna de que los obreros tomen las fábricas, creo que de momento esto no es factible, pese a que tengamos que promoverla a su debido tiempo. En la práctica, nuestras consignas deben ser relevantes para las preocupaciones inmediatas del pueblo.

Podemos criticar los principios del Partido Nacionalista y del Partido Comunista, pero no debemos denigrarlos. Debemos de respetar la dignidad personal de nuestros adversarios. Por supuesto que caudillos bárbaros como Zhang Zuolin, Zhang Zongchang, Wu Peifu, Sun Chuanfang, son excepciones. Algunos camaradas sostienen que debiéramos colaborar con el Partido Nacionalista, por ejemplo, respecto a la cuestión de la abolición de los caudillos. De hecho, nuestro camarada ruso Majnó “un general anarquista” según las palabras de Ōsugi (1), estuvo planeando venir a China y unirse al ejército nacionalista para combatir a Zhang Zuolin. En estos momentos, no sé con certeza si estoy o no de acuerdo con ellos. Probablemente, seremos incapaces de tomar una decisión mientras no estemos listos para ello. Sin embargo, hay quienes sostienen que debiéramos unirnos al Partido Nacionalista, cuestión a la que me opongo enérgicamente.

Para resumir, si nos arrojamos al torrente revolucionario de China, pese a que no estemos en condiciones de construir la sociedad anarquista en un abrir y cerrar de ojos, acercaremos al pueblo chino al ideal anarquista, y daremos una mayor influencia anarquista al movimiento. Esto, sin lugar a dudas, sería una actitud más positiva que ser espectadores despreocupados o hacer críticas inconvenientes.

 

Ba Jin (1904-2005)

 

(1) Sakae Ōsugi (1885-1923): escritor, esperantista, periodista, traductor y militante anarquista japonés.

 

Fuente:

“Ba Jin. Problemas del anarquismo y de la revolución en China” (Traducción al castellano y reproducción en parte de “Anarchism: A Documentary History of Libertarian Ideas, Vol. 1” –publicado por Black Rose Books, Canada, 2005-). Anarquismo en PDF. Anarquismo.net y À contretemps. Pp 22 a 34 (“El anarquismo y la cuestión práctica”, artículo publicado en “La Campana del Pueblo”, en 1927).

 

 

Liu Zheng (1969-), "Guerrero en burro", fotografía de gelatina de plata de la serie "Los chinos", 46 x46 cm, ed. 10, 1995.

 

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